“Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijo de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida” (Fil. 2: 12- 15).
El plan de Dios es unir todo en Cristo (Ef. 1:10), y cada creyente tiene una parte en este plan. Cada hijo de Dios está en un lugar concreto para resplandecer con nuestras buenas obras como estrellas en la noche. Para dar luz hemos de ser diferentes, como la luz lo es a las tinieblas. Nuestra vida ha de ser distinta. No debemos esconder nuestra luz bajo una cesta, sin ser luminares en el mundo. El contexto de esta enseñanza es la murmuración, la falta de contentamiento y el espíritu quejoso. Todos tenemos facultades críticas, pero cuidado que no produzcan divisiones en la iglesia. Pablo no pretende arbitrar entre facciones. Si hay piques, animosidad y roces en una congregación, damos poca luz. Si hay rivalidades críticas, rechazos, odios, incompatibilidades, éstos constituyen montañas al testimonio. Debemos tener un espíritu positivo, no quejoso. Vamos a hablar de cuatro remedios para el espíritu quejoso:
1. En los versículos 3-11 tenemos el ejemplo de Cristo de humildad. Seguir a Cristo es ser humilde. Es renunciar a nuestros derechos. Él sufrió humillación tras humillación sin reaccionar mal. La murmuración viene de la envida; Cristo se despojó de sí mismo.
2. Los versículos 12, 13 nos hablan de la salvación. Es un don gratuito, pero “Ocupaos en vuestra salvación” dice el texto. Preparaos. Tenemos una responsabilidad humana. Dios nos motiva, pero tú y yo tenemos que avanzar. Dios nos implanta el querer y el hacer. No hemos de estar pasivos, sino espabilados. Hemos de acabar con lo malo de las rivalidades, murmuraciones y el orgullo, y esforzarnos en nuestra salvación. Lo que está en juego es nuestra salvación eterna. He sido salvo, ¿no? Si perseveremos hasta el final. Recordad que la mayor parte de los que salieron de Egipto quedaron postrados en el desierto y nunca llegaron al destino.
3. Versículo 15: Tenemos que ser lo que somos: irreprensibles. El que va por la vida criticando tiene doblez. Si se justifica diciendo: “Nadie es perfecto”, ¡es porque no quiere cambiar! Somos hijos de luz. Tenemos que actuar como tales, sin tacha, sencillos y irreprensibles, sin murmuraciones y quejas. Dios quiere que seamos radiantes, y gozosos en medio de un mundo perverso y maligno. ¡Esto es brillar!
4. Versículo 16: “Aferrados a la Palabra de Vida”. Si no lees la Biblia cada día, no vas a dar luz. El culto del domingo no es un chute semanal. Has de aprender a aferrarte a la Palabra, a asirte a ella. Otras versiones ponen “a ponerla en alto”, o sea, a proclamarla. Hemos de hacer las dos cosas.
Vivimos en un mundo perverso. Yo tengo que brillar con la luz de Dios aquí, donde me encuentre. Si tengo resentimiento y amargura y queja, no voy a dar buen testimonio. La solución a nuestros problemas no es quejarnos, sino a convertir nuestro espíritu amargado en uno gozoso, con el gozo de la salvación.
Nota: Estos son mis apuntes de la exposición bíblica dada por David Burt en Igualada 11/1/15.