“¿Te olvidarás para siempre de nosotros?” (Lam. 5: 20).
Si estudias el libro de Lamentaciones en inglés, notas un interesante fenómeno: el libro está dividida en secciones según los pronombres empleados. El mismo pronombre se repite muchas veces en cada sección. Lo mismo ocurre en castellano, pero no es tan obvio puesto que el pronombre está incluido en el verbo. Va así:
1:1-11, y 17, ella, su (de ella); 1: 9, 11, 12-16 y 18-22, yo, mí, y mío
2: 1-8, 17, el Señor, Él; 2:9, 10, ella, la hija de Sion, Jerusalén; 2:11, mi; 2:12-22, ellos
3:1, 17-20, yo; 3:2-16, él; 3: 21-36, la esperanza en Dios. 3:37-66, lo que hay que hacer: ¡conseguir que Dios se mueva!
4:1-22, la situación
5:1-18, nosotros, nos, nuestro; 5:19-22, oración final, oh Señor, tú
En el capítulo 1, el profeta empieza hablando de Jerusalén, de la calamidad que ha caído sobre la ciudad. Habla de “ella”, “su”. Luego la describe usando yo, mi, mío, entrando en el relato con su propia angustia. En el capítulo 2 habla del Señor, Él, luego de ella, Jerusalén, de sí mismo y de ellos. En el 3 habla de la esperanza en Dios y en el 4 de la situación tan catastrófica. Pero en el 5 hay un cambio. Ya no se separa del pueblo. No habla de “ellos”, por un lado, y de sí mismo por otro, sino de “nosotros”, nos y nuestro, porque ya es uno de ellos. Su identificación con el pueblo es completa. No observa de lejos lo que ha pasado a estos rebeldes, insensatos, hipócritas que justamente están sufriendo las consecuencias de la dureza de sus corazones y su alejamiento de Dios. Al contrario, está hablando de nosotros, incluyéndose como uno de ellos. Se identifica con el pueblo cargado de pecado. ¡No va mal encaminado para ser como Jesús!
Termina con una oración conmovedora: “¿Te olvidarás para siempre de nosotros? ¿Nos abandonarás por tanto tiempo? Oh YHVH (Dios), haz que volvamos a Ti, y volveremos; renueva nuestros días, para que sean como en tiempos antiguos, o, ¿nos has desechado del todo y estarás siempre airado contra nosotros?” (Lam. 5:20-22). Está preguntando al Señor si han pecado más de la cuenta y ya no hay nada que hacer, si los ha desechado para siempre. ¿Están fuera del alcance de la misericordia de Dios? ¿Es la restauración ya imposible para este pueblo, para nosotros? O bien han pasado el límite y no hay esperanza alguna para el pueblo de Israel, o bien Dios hará que vuelvan a Él. Si Dios no toma la iniciativa, no hay nada que hacer.
Este es un hombre que conoce a Dios. Comprende la gravedad de la ofensa de su pueblo a la luz de la justicia de Dios. El profeta no va corriendo para protestar que Dios debe volver a admitirles como pueblo porque Dios es amor y siempre perdona. Esta es una burda caricatura de Dios. El horrendo sufrimiento que están pasando es justo. Lo merecen. Se lo han buscado. ¿Por qué les tiene que perdonar Dios? ¿Qué pueden aducir para que los mire con compasión? No hay nada bueno en ellos. ¿Hay un límite a la gracia de Dios? ¿Qué mérito tienen que le induciría a mirarles con favor? Ellos han roto el pacto con Él. El angustiado profeta clama: “Haz que volvamos a Ti, y volveremos, ¿o nos has desechado del todo?”. La única respuesta es Cristo.