“Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:1, 2).
Como corredores en la carrera de la fe, nuestro ejemplo es Jesús, el gran ganador. Usando sus tácticas, también podemos ganar. Entonces, la pregunta lógica es: ¿De qué pesos se despojó Él, o, en otras palabras, ¿qué obstáculos tuvo Jesús en su camino?, y ¿cómo los superó? ¿Qué fueron las cosas que tuvo que dejar a un lado para poder ganar? Estas mismas cosas son las que pretenden hacerme tropezar y necesito ser consciente de cuáles son.
· La opinión de otros. Ninguna otra opinión le valía si contradecía la de su Padre. Cuando Pedro intentó disuadirle de ir a la Cruz (Mat. 16:22), no le hizo caso.
· Las expectaciones de su pueblo. Ellos le querían como salvador de los romanos, pero Él no cumplió sus expectativas, sino las del Padre. Vino a salvar del pecado, no de la política injusta (Mat. 1:21).
· La opinión de sus padres. Siempre los respetó, pero supo que por encima de su voluntad estaba la del Padre (Lucas 2:49).
· Una interpretación equivocada de las Escrituras. Podría haber confundido la primera y la segunda venida de muchos textos como Is. 61:1-2, pero la búsqueda de la voluntad de Dios y la meditación en las Escrituras durante años le guardó de este error.
· Centrarse en el ministerio de la ayuda social y no en la predicación del Evangelio. Orando, comprendió cuál era su primera prioridad (Marcos 1:34-38).
· Centrarse en lo milagroso, lo espectacular. No cayó en esta trampa (Mat. 4:6).
· Buscar la fama. (Juan 7:3, 4). Cuando la gente quería hacerle rey porque les había dado de comer, no quiso, y se escapó de allí (Juan 6:15).
· Usar la manipulación o coacción para que la gente le siguiese. Los dejó libres para escoger (Juan 6:66, 67).
· Estar tan ocupado que no tuvo tiempo para orar. Se levantó muy temprano para buscar a Dios (Marcos 1:35).
· Hundirse por la soledad. No se hundió por vivir realmente la comunión con su Padre (Jn. 16:32), y aun cuando fue privado de esta y se encontró totalmente solo en la cruz, no sucumbió a la desesperación o la depresión, sino que confió.
· Depender de sus propias fuerzas. En todo momento dependió del poder del Espíritu Santo (Lu. 4:14).
· Dejarse matar antes del tiempo. No lo permitió (Lu. 4:29). Supo cuando no había llegado su hora; cuando sí había llegado, lo aceptó (Jn. 12:27).
· Caer en las trampas de sus enemigos. Hacían preguntas capciosas para confundirle en público. Las contestó con la sabiduría de Dios (Lu. 19:3).
· La falta de comprensión. Nadie le comprendía, ni siquiera Juan el Bautista (Lu. 7:19).
· El legalismo. Comprendió que la misericordia es el cumplimiento de la Ley. Por ello, pudo sanar en el día de reposo (Lu. 6. 5-11).