“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán la naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento… vendrán todo los de Sabá; traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová” (Is. 60:1-3, 6).
Hoy es “Reyes”. Lo que celebramos es que de forma sobrenatural Dios reveló a su Hijo unigénito a los gentiles: “Su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mat. 2: 2). Él es el Salvador de todas las naciones del mundo.
Estas cosas realmente ocurrieron. No son cuentos de hadas o tradiciones humanas, sino auténtica historia. Nunca ha habido un nacimiento como el suyo en la historia del mundo. Propiamente hablando, su nacimiento fue un advenimiento, un venir desde fuera. Fue profetizado repetidas veces desde el principio: Gen. 3:15; Sal. 2:7, 8; Is. 11:1-3; Is. 9:6, 7; Zac. 13:1. Fue anunciado por un ángel: Lu. 1:26- 35. Nació de una virgen: Is. 7:14 y Mat. 1:18. Su pregonero también tuvo un nacimiento sobrenatural: Mal. 4:5 y Lu. 1:36, 37, también acompañado por profecía: Lu. 1:67-79. Nació en Belén como fue profetizado: Mic. 5:2 y Mat. 2:1, en total pobreza: Lu. 2: 7. Ángeles anunciaron su nacimiento a unos humildes pastores: Lu. 2:8-14. Fue recibido con profecías en el templo a los 8 días: Lu. 2: 25-32 y 36-38.
José y María no se quedaron a vivir en el establo, sino que buscaron una casa en Belén donde los encontraron los magos cuando llegaron del oriente, guiados por la profecía y por la estrella. Es probable que ya hubieran pasado casi dos años desde los eventos singulares de su nacimiento, sin que ocurriese nada extraordinario, pero su tranquilidad pronto iba a terminar, porque su visita encadenó una persecución (Jer. 31:15) para matar al niño, que necesitó su huida a Egipto, cosa también profetizado (Os. 11:1) y su restablecimiento luego en Nazaret, lejos del malvado hijo de Herodes, cosa también profetizado.
Todos estos eventos extraordinarios de los primeros años dieron lugar a unos 25 o 28 (depende de cuánto tiempo permaneció en Egipto) años sin que ocurriese nada fuera de lo normal. Lo que nos tiene que llamar la atención es que en todo lo citado tenemos una mezcla sorprendente de milagros, ángeles; miseria, riquezas; gente común, magos del extranjero; reyes malvados, persecución, matanza y tragedia, huida dramática; rechazo y aceptación, impíos oficiales religiosos y gente humilde llena del Espíritu Santo, luz y oscuridad, rodeado todo por el cumplimiento de profecía. Nace el Príncipe de Paz en medio de una guerra cósmica entre la religión oficial corrupta, la política opresiva y déspota, Satanás y los demonios, por un lado, y gente sencilla y amante de Dios, por el otro. Esta es la primera etapa de la batalla, y el Príncipe sale ileso. Pasarán más de dos décadas de tranquilidad, y luego otra vez el combate hasta la muerte. Así empieza el evangelio: la debilidad de Dios contra los poderes de la oscuridad. ¡“Reyes” no es una fiesta de niños! Solo los creyentes maduros pueden valorar lo que está en juego.