EL COMIENZO DE LA CARRERA DEL 2015

“Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:1, 2).

            Hoy es el primer día de la carrera del año 2015. El camino nos llevará por unos lugares hermosos y otros de terrible oscuridad y complicación, que tendremos que atravesar por fe, sin poder ver nada, pero habremos de seguir adelante, porque el que se para, vuelve atrás. Es una carrera para probar la fe: o bien superamos los obstáculos por la fe, o nos enredamos, chocamos, nos bloqueamos y nos descalificamos. En esta carrera de fe Jesús es nuestro ejemplo de cómo superar las pruebas.   

Para correr bien necesitamos librarnos de dos estorbos, a saber, de pesos y pecados. Los pesos son complicaciones en nuestra vida, cosas que no necesariamente son malas, pero dificultan nuestro correr. Son trabas. Hemos de plantearnos la pregunta: ¿Cuáles son las cosas no necesarias en mi vida que hacen más difícil mi vivencia cristiana? ¿Qué puedo quitar de en medio para servir mejor al Señor, para serle más fiel y así vivir con un grado mayor de santidad? ¿La televisión? ¿La necesito? ¿Me estorba o me ayuda? Si me ayuda, bien; si me estorba, ¡fuera! ¿Alguna amistad? Las hay que me ayuden a crecer espiritualmente, y las hay que me enredan o me hacen caer. Tengo que quitar las amistades que me llevan al mundo. Fuera. ¿Mi trabajo? ¿Me aparta de Dios o me ayuda? ¿Mi casa? ¿El ordenador? ¿La carrera que estoy estudiando? ¿Algunas actividades? Incluso, puedo tener un “ministerio” que me hace más mal que bien. ¿Para qué lo quiero si me va a complicar la vida? Hemos de ser drásticos. No queremos nada en nuestra vida que nos vaya a estorbar en nuestro crecimiento espiritual. Tenemos que ser ligeros para correr bien la carrera.  

            La otra cosa que tenemos que despojarnos de ella es el pecado que nos asedia”, o sea, el pecado que nos cerca, que nos enreda y nos hace tropezar. No podemos correr la carrera de la fe enredados en pecado. Tengo que quitar los malos hábitos, palabras feas, mi forma seductiva de vestir, el derroche del dinero, cosas de mi carácter que crean conflictos, la pereza, la desorganización, la indisciplina, la falta de responsabilidad, el siempre llegar tarde, el no controlar la boca, el ser llevado por mis pasiones, la falta de respeto para mis superiores, mis rebeldías y malas actitudes. Todo esto se tiene que ir si voy a vivir exitosamente para el Señor y correr bien la carrera.  

            Empezamos este nuevo año pensando en el ejemplo de Jesús quien terminó su carrera con éxito y se sentó victorioso a la diestra del tronó de Dios, habiendo ganado la carrera más difícil de todas, contra tremendos obstáculos, mayores tentaciones, peores enemigos, trampas más sutiles, y presiones más fuertes, ¡y ganó! ¡Lo superó todo! Consiguió el premio supremo que comparte con todos aquellos que también terminan sus carreras victoriosamente. Él es nuestro modelo en la vida de fe. He de meditar en cómo Él superó todos los obstáculos en su carrera para hacer lo mismo en la mía.

Que el Señor nos ayude a tener un año libre de pesos y pecados, con los ojos puestos en Jesús como ejemplo, para compartir la victoria que Él ganó a nuestro favor.