“Bienaventurados de aquí en adelante son los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Ap. 14:13).
“Descansaré por fin en gloria, pasando por portales de esplendor.
Tuya es la lucha, tuya la victoria, y la alabanza a ti será, Señor”.
El descanso viene después de trabajar. La vida cristiana en las Escrituras es contemplada como un trabajo duro en los campos del Señor, como es prefigurado en el libro de Rut, después del cual uno necesita descansar: “Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab… Entró, pues, y está desde la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento” (Rut 2:6, 7). “Espigó, pues, en el campo hasta la noche” (Rut 2:17).
La persona que no ha hecho nada de trabajo en la obra del Señor no necesita, ni entra en, el descanso eterno. “He aquí yo vengo pronto, y galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22:12). Si no hay obra, no hay evidencia de salvación. En cuanto al siervo que enterró su talento en tierra y lo devolvió a su señor sin haber ganado nada, su señor dijo las palabras siguientes: “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mat. 25:30). “Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mat. 24:48-51). El siervo infiel no entra en el descanso.
El descanso viene después del trabajo. Dios mismo es el primer ejemplo: descansó después de terminar su obra de la Creación (Gen. 2:2, 3).
En el descanso la obra es premiada. “Señor, cinco talento me entregaste, aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25: 20, 21). Esto es dicho solo a los que han trabajado para su señor. Los fieles “están delante de Dios, y le sirven día y noche en su tiemplo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos; ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida” (Ap. 7:15-17). El descanso eterno no es para no hacer nada, sino para servir al Señor día y noche en su templo, con diferentes responsabilidades según la capacidad y fidelidad que hemos demostrado aquí en la tierra.
No descansaremos de servir al Señor, sino de sufrir. No habrá más pena, dolor, angustia, desprecio, rechazo, o disgustos. No habrá tentaciones u opresión satánica. Entonces el trabajo será sin fatiga, en la compañía del Señor, disfrutando de su sonrisa de agrado, porque le gusta trabajar con nosotros, y le gusta cómo trabajamos, y nosotros, por nuestra parte, muy contentos de poder seguir sirviéndole, como amigos, y más que amigos, en la más intima de las relaciones, dando expresión a nuestro eterno amor para Él, que tanto nos amó. Nunca nos cansaremos en el descanso eterno.