DESCANSO EN LA IGLESIA (3)

“Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” (1 Tes. 1:1).

            Rut encontró su lugar de descanso en Booz, su marido, en su hogar, físicamente, en lo material, y en el matrimonio, en cuanto a lo emocional, la seguridad y la provisión para sus necesidades. Jesús es nuestro lugar de descanso espiritualmente. En muchos sentidos hace las veces de un marido al suplir las necesidades materiales y emocionales. También es la provisión espiritual para nuestra salvación y paz con Dios. Y hoy vamos a hablar de la iglesia como nuestro hogar, nuestro lugar de descanso.

Para los judíos, el templo era su hogar espiritual, porque allí estaba Dios. Encontraron su identidad como parte del pueblo de Dios. Rut conoció las tres realidades: un hogar de descanso con Booz, su marido (Rut 3:1); un hogar/lugar como parte del pueblo de Dios (Rut 1:16); y un hogar en Dios, pues, “bajo cuyas alas había venido a refugiarse” (Rut 2:12).

La iglesia, el pueblo de Dios, es nuestro lugar de descanso. En ella hemos encontrado nuestro lugar. Es un lugar donde nos sentimos amados, aceptados, y donde recibimos refrigerio en medio de la jornada de trabajo en la obra de Dios, en la viña del Señor, o como conocía Rut, en los campos del Redentor. Allí paraba ella para descansar con los otros trabajadores para tomar el pan y el vino (Rut 2:14).

La iglesia debería ser un lugar de refrigerio donde cobramos fuerzas para seguir sirviendo a Dios en el lugar donde Él nos ha puesto, con la familia, en el  trabajo, en diferentes ministerios y con la gente que Él ha puesto e nuestra vida.

Es un lugar de consuelo, donde recibimos la palabra que necesitamos para cobrar ánimo. La misma presencia de Dios nos ministra y nos fortalece.

Es un lugar de edificación. Recibimos la Palabra y la incorporamos en nuestra vida como parte nuestra para vivir de ella.

La iglesia es nuestro lugar de pertenencia. Soy uno de muchos, una parte del cuerpo de Cristo. Nos pertenecemos los unos a los otros. Pertenezco. Encajo. Tengo la sensación de ser parte. Encuentro mi función. No es una realidad durante las dos horas que dura el culto del domingo, sino siempre.

La iglesia es mi hogar espiritual visible. Está ubicada en Dios. Vive y mora en Dios: “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” Dios es mi hogar invisible y mi casa es mi hogar material. Tengo protección, paz, seguridad y provisión en el amor de mi marido, en el amor de mi iglesia y en el amor de mi Dios.