“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque me yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mat. 11:28-30).
En esta ocasión, Jesús retoma el tema del descanso. Siendo judío, la palabra tiene todo el significado que tuvo para los creyentes del Antiguo Testamento, significado que ya hemos expuesto. Está invitando la gente a venir a Él para encontrar la paz que sobrepasa todo entendimiento, refugio, seguridad, reposo, tranquilidad, bienestar interno y descanso para el alma. Se está ofreciendo para ser nuestro lugar de reposo, el mismo descanso que Rut encontró en casa de Booz sabiendo que él cuidaría de ella.
El Antiguo Testamento habla mucho del tema y fue el punto de referencia de Jesús. Ponemos algunos ejemplos: “Nuestro refugio es el Dios de Jacob” (Salmo 46:7, 1l). Estas palabras vienen en medio, y se repiten al final, de un salmo que habla de tribulaciones, terremotos, guerras y trastornos políticos. El creyente descansa en Dios en medio de todas estas cosas. Dios es nuestro hogar: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación” (Salmo 90:1). “El que habita al abrigo del altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios en quien confiaré” (Salmo 91:1, 2). Cuando Jesús invita la gente a venir a Él para encontrar descanso para sus almas, ¡está haciendo las veces de Dios! Ningún profeta jamás dijo cosa parecida. Es una clara pretensión de ser divino.
En tiempos de Jesús, los fariseos habían puesto una carga muy pesada sobre las espaldas del pueblo. Además de cumplir la ley de Moisés, tenían que cumplir todas las normas legalistas que sus líderes religiosas habían impuesto sobre ellos. Había muchos requisitos para salvarse y ninguna seguridad de haberlo alcanzado nunca. La gente no vivía tranquila en torno a su relación con Dios y su futura eterna. Jesús, en contraste, no es exigente, o prepotente como los fariseos. Es manso y humilde de corazón. No exige el cumplimiento de la ley para conseguir la salvación. La gente puede dejar sus esfuerzos para salvarse por mérito propio y quitar de sus hombros la enorme carga del legalismo y descansar en Él para su salvación.
Este descanso no es reposo en la cama sin hacer nada. Jesús lo hace muy claro hablando de su yugo. ¡Nadie se pone un yugo para descansar!, sino para trabajar, pero es un trabajo que uno hace por amor, no para salvarse, sino porque ya es salva, y no se realiza en el poder humano, sino en el poder del Espíritu Santo. Trabajar con Jesús en su obra es un gozo y un privilegio. No lo encontramos una pesada carga, sino un placer.
Nos refugiamos en Jesús para nuestra salvación. Él es nuestro lugar de descanso en todo lo que ocurre en la vida porque vela por nosotros. Él es nuestra seguridad y nuestra paz. Y también es nuestro compañero en la obra en la cual nos ha llamado a participar. En medio de nuestro trabajo reconocemos que su yugo es fácil y ligera su carga, porque descansamos en Él.