“Si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca” (Ex. 33:13).
Estamos a punto de empezar un nuevo año. ¿Qué cambios voy a ver en este año? ¿Qué pasará en la vida de mi familia?, ¿de mis amigos? ¿A quién perderé? ¿Habrá cambios laborales? ¿Tendré nuevas amistades? ¿Será el año en que recibo algo que he deseado durante mucho tiempo? ¿Qué pasará en mi iglesia?
Todas estas cosas están fuera de mis manos. Pero hay una cosa que sí está en mis manos que afectará profundamente mi vida, y esta es mi búsqueda personal de Dios. ¿Voy a contentarme con creer cuatro doctrinas e ir a la iglesia, o voy a buscar a Dios, de forma regular y disciplinada, y de forma excepcional en momentos de crises, calamidad, pena, disgusto, frustración, desencanto, pérdida, en momentos de incógnito, cuando no entiendo nada? ¿Conocer a Dios es lo que más deseo, o tengo a Dios como una máquina para bendecirme y darme lo que pido? ¿He llegado a la comprensión de que Dios es una Persona con todo lo que esto implica? Él piensa, siente, reacciona, desea, decide, escucha, valora, evalúa, se emociona y se decepciona. Tiene costumbres, caminos, hábitos, y formas de actuar. ¿Los conozco? ¿Quiero conocerlos? ¿Estoy dispuesto a apartar el tiempo necesario para ello? ¿A levantarme de la cama para buscarle? ¿A buscarle por la noche? ¿A tomar las decisiones que lo hará posible? ¿Privarme de lo que estorba? ¿Dejar el pecado que no lo permite? ¿Quitar la amargura de mi vida que lo impide? ¿Perdonar a las personas que bloquean mi vista de Dios?
Moisés oró al Señor: “Si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo. Y Él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió; Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino que tú andes con nosotros?” (Vs. 13-16). Moisés quiere 3 cosas: (1) Quiere conocer los caminos de Dios para andar por ellos y así agradar al Señor; (2) Quiere que la presencia de Dios vaya con él. Sin ella no quiere ni entrar en la tierra más hermosa del mundo. Prefiere quedarse en el desierto con Dios que entrar en la Tierra Prometida sin Él. (3) Quiere que Dios considere que este pueblo es suya, a pesar de su terquedad. No quiere nada para sí mismo si ellos no pueden tener lo mismo.
¿Nuestros deseos para el nuevo año incluyen a otros? ¿Le has dicho al Señor que su presencia tiene que ir con tu iglesia, tu familia, y que no vas a mover de aquí hasta que no lo prometa? ¿Podrías soportar ser bendecido sin que esta bendición se haga extensiva a tu círculo? ¿Irías al cielo sin tus hijos?
Moisés consiguió lo que pidió. Llevó al pueblo hasta la Tierra Prometida. Sus oraciones preservaron al pueblo cuando Dios lo habría destruido por su pecado y apostasía. Su identificación con ellos fue total. Nunca consintió que Dios le bendijese sin que ellos compartiesen la bendición. Pues, aquí estamos, delante de Dios, al empezar un nuevo año. Todo el bien que pedimos para nosotros, lo pedimos por su pueblo. No queremos ser bendecidos aparte de él. Su bendición es la mía y la mía la suya. Consigamos, pues, que el Cielo se abra para todos.