“Antes bien con toda confianza, como siempre, será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” (Fil. 1:20).
Pablo está en la cárcel esperando su sentencia, la liberación o la muerte. Su preferencia está clara, irse para estar con el Señor: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (v. 21). Si pasa para estar con el Señor se le acaban todos los encarcelamientos, hambres, acusaciones falsas, torturas, viajes peligrosos, rechazos, amenazas de muerte, decepciones por parte de supuestos hermanos, enfermedades, y necesidades. Estaría ya con el que más ama y anhela ver. Para él el cielo es Cristo. Pero hay otras consideraciones menos egoístas: están los hermanos: “Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros” (v. 22-24). Sopesando todos los factores Pablo llega a la conclusión de que el Señor le va a dejar un poco más de tiempo en este mundo, porque la iglesia le necesita. No ha tenido un sueño o una visión, pero tiene la convicción de que va a seguir viviendo durante un tiempo para ayudar a los filipenses en su crecimiento en la fe. “Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe” (v. 25). ¿Es por esto motivo que tú quieres seguir viviendo? Tu deseo, por encima de toda consideración egoísta, ¿es el bien de la iglesia, su “provecho y gozo de la fe”? ¿Vives para que otros creyentes crezcan y estén felices en el Señor? Esta fue la motivación de Pablo al quedarse en este mundo, y él es nuestro ejemplo.
En la iglesia de Filipos había grietas, divisiones, facciones, rivalidades, tensiones y conflictos entre hermanos y él quiere ayudarles a estar unidos. Le necesitan, y su deseo es ayudar a todos, no solo a los que están de su partido, sino a todos, en su progreso espiritual. Quiere que sean cada vez más como Cristo, que tengan la mente de Dios, que conozcan su Palabra, que tengan sus valores y su compasión, que sientan lo que Dios siente. Son los mismos deseos que Pablo tiene para sí mismo, y prosigue ardientemente esta meta. En cuanto a sí mismo dice: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago; olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del suprema llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:12, 13).
Puesto que el camino es estrecho, hemos de nadar contra corriente. Necesitamos la ayuda de nuestros hermanos para no retroceder. Por eso están los pastores, para ayudar a las ovejas. El progreso es amplio: crecimiento en amor, conocimiento, justicia, los frutos del Espíritu Santo, el desarrollo de un espíritu manso y humilde, una actitud servicial hacía otros, un testimonio poderoso en Dios, y un comportamiento digno. Hemos de ser irreprensibles y sensibles en medio de una generación perversa para brillar como luminares en la oscuridad. Esto no es trabajo de un solo día, ¡requiere toda la vida!
El progreso y gozo en la fe van juntos. Si no se progresa, no hay gozo. El seguir adelante produce gozo. Cuanto más crecemos, más gozo tenemos. Retroceder, en cambio, produce desaliento, mala consciencia, sensación de suciedad y desánimo. Una relación viva con el Señor produce mucho gozo. Hay abundante satisfacción en Cristo, en creciente comunión con él. Pablo quiere vivir para ver su progreso y gozo en el Señor. Este debe ser nuestra motivación al desear seguir en este mundo. Que así sea.
(Basado en un mensaje de David Burt, iglesia de Sant Boi, c/ Llibertat, Oct. 26, 2014).