El Santo Evangelio según San Mateo: “Libro de la genealogía de Jesucristo” (Mat. 1: 1).
El Islam es la religión de guerra santa: masacre y muerte. El Estado Islámico es la máxima expresión de lo que ofrece. El Hinduismo es la religión de castas, 500 dioses, vacas sagradas y el hambre. El judaísmo actual es la religión de leyes justas sin ninguna solución para el hombre que las rompe. El Budismo es irrealista. Solo el Cristianismo llega a la raíz del problema del hombre y lo soluciona.
Define el problema en estos términos: el hombre es corrupto, su inclinación natural es hacia la maldad. Es perverso, deshonesto, egoísta, falso y desalmado, capaz de las barbaridades más inhumanas cuando le interesa. La historia humana es la historia de guerras, atrocidades, despotismo, opresión y muerte. Ninguna clase de gobierno ha podido crear una sociedad justa, porque el gobierno ofrece controles exteriores, pero el problema del hombre es interior, es su misma naturaleza. Aunque quiera hacer el bien, no lo logra, como lo dijo tan acertadamente el apóstol Pablo: “Veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7: 23).
Si el hombre no puede hacer el bien, aun queriendo, ¿cuál es la solución a su problemática? Su mal parte de su misma constitución. El bien no es solo un concepto abstracto. Significa que el hombre no puede tratar bien a otras personas. Tiene un problema social y relacional que afecta a individuos y sociedades.
Tampoco se lleva bien consigo mismo. Se engaña, se maltrata, se consiente, crea enemistades, se confunde y se angustia. No se comprende: se justifica o se condena, pero ninguna de estas dos cosas le alivia.
Dios ha visto su dilema y se compadece de él. Sabe que no hay solución en el hombre por su gran mal y le ha ofrecido una: Le sustituye por un Hombre que lo ha hecho todo bien. Cumplió la ley en su lugar. Vivió una vida perfecta que Dios cuenta como la suya. Llevó bien todas sus relaciones, con sus amigos y con sus enemigos. Agradó a Dios en todo. La solución es la SUSTITUCIÓN. Dios le sustituye por el hombre imperfecto. Vivió su vida y murió su muerte. Y preguntas: ¿Es justo que el Inocente sufra por el culpable? ¿Es justo que Él pague mis deudas? No, no es justo, pero hay alto más alto que la justicia y es el amor: “Por la obediencia de Uno los muchos serán constituidos justos” (Rom. 5: 19). “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecadores, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Ped. 3: 18). Uno lo hizo bien en mi lugar; Él es mi Sustituto, y Él me lleva a Dios. Una vez llegada a Dios, Dios me da su Espíritu y Él me capacita para vivir bien con mis semejantes. Esta es la solución que ofrece el Evangelio. Ninguna otra religión ni se acerca a algo viable que pueda cambiar al hombre. La sustitución empezó en Navidad, cuando el Hijo de Dios cambió su forma divina por la nuestra humana y nació en el pesebre en Belén.