LO QUE CUENTA

“Como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final” (Juan 13:1).

            A fin de cuentas, la única cosa que importa es si hemos amado. Hacemos muchas cosas, servimos, trabajamos, cumplimos con nuestro deber, ¿pero realmente amamos, entrañablemente, de corazón, con compasión, con comprensión, con apertura, dando entrada a lo que hay en nosotros? Haber amado es lo único que cuenta en el matrimonio, no si lo hemos pasado bien, si hemos viajado, si hemos comprado, si hemos conseguido, si hemos alcanzado, ni siquiera si hemos sido felices, sino si hemos amado. La felicidad es el resultado, no la meta.

            En nuestro matrimonio, ¿hemos amado? ¿La otra persona se siente amada? ¿Nuestros hijos se sienten amado? ¿Comprendidos? ¿Respetados? ¿Valorados, aunque sean muy diferentes de nosotros, aunque no entienden ni comparten nuestros valores? ¿Hemos amado a nuestros padres, por amor a ellos mismos, aunque no estemos de acuerdo en muchas cosas, los amamos tal como son, con sus defectos y virtudes?

            Haber amado lo es todo. El amor nunca deja de ser. Las heridas, malentendidos, conflictos, ofensas, diferencias de opinión, ningunas de estas cosas son eternas. No las llevaremos a la eternidad con nosotros; solo el amor.

            “Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el final”.  Los amó a pesar de sus fallos y deficiencias.  Si no hubiese amado a Judas, lo que hizo no le habría dolido tanto. Después de tres años juntos enseñando, viendo, compartiendo, Jesús solo tuvo una pregunta para Pedro: ¿Me amas? Es lo único que cuenta. No si hemos fallado miserablemente, si hemos comprendido, si hemos cumplido, sino si hemos amado. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre. Y yo le amaré, y manifestaré a él… El que me ama mi palabra guarda; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y  haremos morada con él” (Juan 14: 21, 23).

            Esto es lo que el Señor quiere saber de nosotros, si le amamos. Y es lo que quiere que hagamos con los demás, amarles, a cada uno según el caso, el marido de una manera, el hermano de otra, el amigo de otra, el hijo de otra, el padre de otra, el vecino de otra, y el enemigo de otra, el creyente que está cerca de otra y el creyente lejos, nunca visto, de otra. Todo es amor en sus diferentes facetas. Y esto es lo que Dios quiere: “Este es mi mandamientos: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15: 12). El amor lo es todo.