LA VOLUNTAD DE DIOS

“En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Ef. 1:11).

Hay básicamente tres maneras para encajar y afrontar la voluntad de Dios:

1.     Está la persona que la desea de todo corazón y la busca y la realiza concienzudamente. Estudia la Palabra de Dios y es guiada por sus principios. El perfecto ejemplo de esto es el Señor Jesús. “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad· (Heb. 10:7). “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra” (Juan 4:34).

2.     Está la persona que se rebela contra ella y hace todo lo contrario. ¡Lo que termina haciendo es voluntad de Dios!, porque Dios lo permite, y Dios lo utiliza para sus propósitos. El ejemplo perfecto es el diablo. Todo lo que hace contribuye a los designios eternos de Dios. Dios es soberano. Decide lo que va a ocurrir. Si algo no encaja en sus propósitos, no permite que ocurra. El ejemplo supremo es la obra de los que crucificaron a Cristo. “Mas hablamos de la sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria” (1 Cor. 2:7, 8). Fue la voluntad de Dios que Cristo fuese crucificado. Ellos hicieron la voluntad de Dios sin querer. Dios no permitió que matasen antes a Jesús cuando los de su pueblo quisieron despeñarle por un precipicio, por ejemplo, porque no era su voluntad que muriese en aquel momento, ni de aquella manera. Fue la voluntad de Dios que Pablo persiguiera la iglesia y que Dios pudo convertirle en apóstol de Jesucristo para su gloria.

3.     Está el creyente que se equivoca; ¡tropieza y se encuentra en ella! Muchos creyentes caen en esta categoría. Toman una decisión que piensan que está bien. Pero esta decisión está influenciada por fallos en su carácter, sus heridas emocionales, su orgullo, su baja autoestima, sus gustos personales, su egoísmo, presiones de otros, etc. No es exactamente lo que Dios tuvo en mente. Pero Dios no está limitado por nuestras malas decisiones. Él realiza sus propósitos dentro de la realidad de lo que somos. Tiene el poder y la sabiduría suficientes para reconducir todo lo que hacemos en estos propósitos que están revelados en su Palabra: “A los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29). Su propósito es que tú seas como su Hijo, y usará tus elecciones, aunque torpes, para llevar a cabo este propósito. 

Dios conoce nuestra condición. Sabe que somos polvo. Lo único que quiere es un corazón contrito y humillado. Cuando nos damos cuenta de nuestras equivocaciones, las confesamos, y Dios, en su misericordia, amor, poder y sabiduría toma los fragmentos de nuestra vida y los une para que su voluntad, por medio de nosotros y en nosotros, sea hecha.