UNIDAD EN LA CASA DE DIOS

“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” “Mirad, bendecid a Jehová, vosotros todos los siervos de Jehová, los que en la casa de Jehová estáis por las noches” (Salmo 133:1 y 134:1).

            El Salmo 133 es un canto a la unidad y el Salmo 134 es un cántico acerca de la Casa del Señor. La Casa de Dios es la máxima expresión de la unidad de su pueblo, allí hay unidad completa. Estos dos salmos son los dos últimos cánticos graduales, los cánticos de ascenso a Jerusalén. El pueblo va cantando en unidad y armonía todo el trayecto de la dificultosa subida hasta llegar todos juntos a Sion, al mismo corazón de la Ciudad, a la Casa del Señor, su motor y su razón de ser. Esta serie de salmos termina con la llegada a la Casa de Dios en Jerusalén, final del viaje. El pueblo ha llegado a su destino.

Aquí tenemos a Dios en medio de su pueblo, lo mismo que es prefigurado por el tabernáculo del desierto, Dios en medio, y todas las tribus acampadas alrededor, lo mismo que prefigura la Jerusalén Celestial, Dios como el Templo en medio de su pueblo, los salvos de toda nación, tribu y lengua, redimidos por la sangre de Cristo derramada en la Cruz. La sangre de la Cruz ha efectuado esta maravillosa unión. Es allí donde Dios manda bendición y vida eterna (Salmo 133:3).

Al llegar a este sagrado lugar levantamos nuestras manos, juntamente con todo el pueblo de Dios, al Lugar Santísimo y bendecimos al Señor: “Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid a Jehová” (Salmo 134:2). Y desde allí Él nos bendice a nosotros: “Desde Sion te bendiga Jehová, el cual ha hecho los cielos y la tierra” (134:3). La bendición la encontramos allí debido a nuestra unión los unos con los otros. Notemos que nuestra unión con los demás creyentes y nuestra unión con Dios y la bendición de Dios van juntas. Se complementan. El uno conduce al otro y el otro al primero. La unión con Dios es la finalidad. La unión con Dios no es solamente Dios y yo, sino Dios y nosotros, todos los redimidos juntos con Él  y conmigo.

Estos dos salmos van juntos y terminan los cánticos graduales porque la bendición de habitar todos juntos en armonía (Salmo 133) tiene su máxima expresión en la Casa de Dios (Salmo 134), donde todos los creyentes se unen para adorar al Señor en armoniosa unión. Allí es donde se encuentra la bendición de Dios. Nosotros bendecimos a Dios, el Creador de cielos y tierra, por su magnífica obra de creación, y también le bendecimos por la unión que Él ha efectuado por medio de la Cruz. El Creador es el Redentor, y le bendecimos a Él, y Él nos bendice a nosotros: “Desde Sion te bendiga Jehová, el cual ha hecho los cielos y la tierra”. Amén.