¿TE GUSTARÍA TENER A JEREMÍAS POR AMIGO?

“Dijo Azarías… a Jeremías: Mentira dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios para decir: No vayáis a  Egipto para morar allí, sino que Baruc te incita contra nosotros, para entregarnos en manos de los caldeos, para matarnos” (Jer. 43:2, 3).

            Retrocedemos para contar un poco más acerca de Baruc, el amigo de Jeremías.  Cuando los supervivientes después de las deportaciones consultaron a Jeremías en cuanto a huir a Egipto o quedarse en Israel, y Jeremías recibió palabra de Dios a que no fuesen, ellos acusaron a Baruc de incitar a Jeremías contra ellos para aconsejarles mal, para que muriesen. Decidieron ir a Egipto a pesar del consejo de  Dios y se llevaron a Baruc y Jeremías con ellos. Baruc tuvo que pagar un precio muy alto por ser amigo de Jeremías. Habría sido muy duro para él cuando estos hombres que profesaban fe en Dios y deseo de hacer su voluntad intentaron estropear su amistad con Jeremías. Fue falsamente acusado y llevado en contra de su voluntad a un país donde no quería ir.

Antes había tenido que leer el rollo al rey hostil que lo quemó en el brasero y quiso prenderle y matarle a él y a Jeremías. Por ser su amigo sufrió las penalidades que sufrió el profeta. Su reputación fue arruinada, y él mismo, descalificado, marginado, maltratado, y desterrado. Sobrevivió porque Dios quiso. ¿Y qué crimen había cometido? Escribir las palabras que Dios le daba a Jeremías. Era cómplice y recibía la misma condenación.

Si tú hubieses sido amigo de Jeremías, lo habrías pasado mal también. El coste de la amistad con determinadas personas que son fieles a Dios en medio de oposición es alto. Compartes el mismo oprobio, las mismas críticas e insultos, se burlan igualmente de ti, sientes vergüenza ajena cundo predican delante del templo con un yugo puesto, compartes su profunda tristeza por la perdición de su pueblo y el tuyo, sufres cuando son torturados, y tu vida corre el mismo peligro. Tienes la muerte siempre presente. Terminas desterrado juntamente con él.

Pero por otro lado, le ayudas a realizar su cometido. Sin la colaboración de Baruc, Jeremías no podría haber hecho muchas de las cosas que Dios le pidió hacer. ¡Tampoco tendríamos el libro de Jeremías! Siendo su amigo puedes estar a su lado para consolarle y animarle. Puedes compartir su vida de oración y tener comunión con él. Eres de ayuda simplemente al estar a su lado en momentos de terrible sufrimiento y oscuridad. Debido a tu apoyo no estaría solo contra todos los altos estamentos del país, y contra toda la población. Y al llegar a Egipto, Jeremías tendría un amigo allí a su lado.

Ser amigo de Jesús hoy día es algo parecido. Compartes sus goces y sus penas, tienes el privilegio de servir a Dios a su lado y el dolor de compartir sus tribulaciones.  Completas en tu cuerpo sus sufrimientos por la iglesia, padeces el rechazo del mundo y de tus familiares, y puedes experimentar mucha soledad. Pero el compañerismo es emocionante. Sabes que valora tu presencia a su lado y te usa para realizar sus planes y proyectos. Disfrutas al verle obrar. Y al final puede decir de ti, y de todos sus amigos: “Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas” (Lu. 22:28). Más alto honor no hay. Después dirá: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi padre me lo asignó a mí” (v. 29). Y: “Quiero que ellos estén conmigo, para que vean mi gloria”.  Amén. Así sea.