ACTITUDES A TENER

“Por tanto, nosotros también teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Heb. 12:1).

Hebreos 12 es uno de los capítulos de la Biblia en los cuales hemos de aprender a vivir. Su enseñanza es esencial para la vida cristiana. Contiene la mentalidad y las cualidades que necesitamos si vamos a llegar con bien al final de nuestra carrera:

Paciencia (v. 1). Hemos de correr con paciencia. ¡Esta es toda una contradicción! Normalmente uno corre con prisa, con determinación, con un gran esfuerzo, pero no con paciencia, a no ser que la carrera dure toda la vida y entonces, ¡si gastamos toda nuestra energía en los primeros 100 metros, nos vamos a cansar y dejar la carrera! Hemos de tener paciencia en medio de oposición, descalificaciones e intenso sufrimiento, como explican los versículos siguientes. Y no queremos ser un obstáculo nosotros mismos tampoco; tenemos que quitar de nuestra vida el pecado que nos estorbaría en la carrera.

Ánimo. Hemos de recibir ánimo del ejemplo de Jesús (v. 2) que sufrió tanta hostilidad contra su persona para no desfallecer. El ejemplo de Jesús tiene que cautivarnos, inspirarnos y motivarnos: “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar” (v. 3).

Resistencia. Hemos de poder soportar toda la presión de un mundo en enemistad con  Dios. No vamos a exagerar nuestra oposición y desmayar bajo presión, sino resistir, “porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (v. 4).

Aceptación de la disciplina de Dios. Dios usa todo lo anterior para disciplinarnos. Todo lo que nos ocurre, Dios lo usa para formar el carácter de Cristo en nosotros, sobre todo lo que sufrimos por ser creyentes. “Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos” (v. 7). Nuestra actitud en el sufrimiento debe ser la siguiente: “Dios me disciplina porque me ama. Voy a valorar la disciplina y aprender de ella. No voy a tirar la toalla y quejarme o extrañarme, sino aprovecharla para cambiar, para crecer en santidad, (v. 10), y para ser una persona más justa, más correcta, más honesta y más recta”. “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después de fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (v. 12).

En esta vida cristiana, que es una carrera en la cual tengo que ser disciplinada si voy a llegar a la meta, estoy aprendiendo a ser una mujer/hombre de oración (v. 12); a vivir rectamente (v. 13); a vivir en paz con todos (v. 14); en santidad (v. 14); a ir recibiendo la gracia de Dios de forma regular para no amargarme (v. 15); y a no menospreciar lo espiritual y volver a lo material (v.16, 17). El gran peligro es volver atrás y es no acabar la carrera. Nos debería dar mucho respeto. Para no renunciar a la fe necesito tener muy presente dos cosas: (1) Del mal ejemplo de Esaú aprendo que es fácil valorar lo que tengo delante a expensas de lo prometido a largo plazo, pero llegará el día cuando ni las lágrimas de arrepentimiento servirán, porque será demasiado tarde (v. 16, 17); (2) Del ejemplo de Israel en el Sinaí aprendo que es espantoso caer en el desagrado de Dios (v. 18-25). Por tanto, voy a servirle con gratitud, temor y reverencia; “porque nuestro Dios es fuego consumidor” (v. 28, 29). Este es todo el capitulo, para toda una vida de santidad.