LA REINA DEL CIELO
“Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Vosotros habéis visto todo el mal que traje sobre Jerusalén a causa de la maldad que ellos cometieron para enojarme, yendo a ofrecer incienso, honrando a dioses ajenos que ellos no habían conocido, ni vosotros ni vuestros padres” (Jer. 44:2-3).
Como todo buen padre que disciplina a sus hijos, Dios les da a este remanente una explicación de sus motivos al enviar tan fuerte destrucción sobre su amado, pero rebelde pueblo. Les había dado innumerables oportunidades para arrepentirse: “Y envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: No hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco, pero no oyeron ni inclinaron su oído para convertirse de su maldad” (v. 4, 5). Han visto lo que pasó a Jerusalén, ¡pero siguen ofreciendo incienso a dioses ajenos en la tierra de Egipto! Dios les avisa que les va a destruir, pero siguen sin hacerle caso:“No se han humillado hasta el día de hoy, ni han tenido temor (v. 10). Así que Dios va a volver su rosto contra ellos para mal (v. 11) y serán todos consumidos.
¡La explicación que ellos dan de sus males es increíble! Respondieron a Jeremías diciendo: “La palabra que nos has hablando en nombre de Jehová, no la oiremos de ti” (v. 16). ¡Audaces! ¡Insolentes! ¡Tozudos! ¡¡¡Achacan sus males a que han dejado de adorar a la Reina del Cielo!!! “Desde que dejamos de ofrecer incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones, nos falta todo, y a espada y de hambre somos consumidos”(v. 18). No hay más ciego que el que no quiere ver.
La Reina del Cielo fue la diosa del amor y la guerra de Mesopotamia. Preguntamos: “¿Son compatibles el amor y la guerra?” Para la mentalidad cristiana, no, pero para la mente carnal, sí. El hombre carnal se dedica a las dos cosas: sexo y guerra. ¡Qué moderno que la diosa de la guerra sea una mujer! En el culto a esta diosa toda la familia participaba y, por lo tanto, era muy atractivo: “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la Reino del Cielo” (Jer. 7:18). Las mujeres se defienden diciendo que, cuando quemaban incienso a la Reina del Cielo y derramaban libaciones, sus maridos consentían. Insisten en que van a seguir adorando a esta diosa: “Cumpliremos efectivamente nuestros votos que hicimos, de ofrecer incienso a la Reino del Cielo y derramarle libaciones” (v. 25). Se empeñan en que van a seguir adelante con sus prácticas idolátricas, ¡y ya está!
Jeremías les contesta que acaban de firmar su pena de muerte. Los judíos en Egipto morirán por la espada y hambre hasta que todos estén destruidos. Entonces todo el remanente de Judá que vino a vivir en Egipto sabría quien tiene razón, ellos o Jeremías: “Y esto tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre vosotros” (v. 28). Dios les da una señal que su palabra es verdad: profetiza la muerte violenta del Faraón Hofra rey de Egipto (v. 30), cosa que ocurrió cuando uno de sus generales le mató y fue coronado en su lugar, ¡pero ni con esto querían ver la verdad! Cuando una persona está decidida en que no va a creer, solo le queda la destrucción. Los pocos que hicieron caso volvieron a Israel y así se salvaron la vida. Evidencia hay para saber la verdad si uno realmente la busca. El que se condena lo gana a pulso.