NUESTRA REACCIÓN ANTE EL AMOR DE DIOS 

“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31)

Pablo acaba de hablar del amor Dios que ha sido un constante desde la eternidad: nos ha conocido, predestinado, llamado, justificado y glorificado, y después hace la pregunta: “¿Qué, pues, diremos a esto?” Buena pregunta. Hermana, ¿tú qué dices? No es para discutir teología, es para estar conmovida con la inexplicable elección de Dios. ¿Por qué a mí? ¿Qué es lo que le movió a Dios a elegirme a mí? ¿Qué es lo que vio en mí para desear que fuese su hija para tener mí compañía, para conocer mis pensamientos, para conversar conmigo por toda la eternidad?
Es para pensarlo mucho rato. ¿Qué le puedo dar al Señor que nadie más puede darle? ¿Qué hay de original en mí? No soy ni mejor, ni más inteligente, ni más capaz, ni más diligente, ni más dedicada, ni más sincera que otras personas. Es verdad que soy única. No hay nadie como yo en todo el universo. Pero todo el mundo es único en este sentido. ¿Qué puedo dar a Dios de forma única? No lo sé, pero esto sí que sé, que todo lo que tengo esta a su disposición. Soy enteramente suya.
Me gustaría poder contribuir a mi salvación, hacer cosas para que Dios me amase más, y muchos de nosotros hemos ido por este camino, pero no es viable. Solo nos queda aceptar el hecho de que el amor de Dios es personal y directo, es particular, pero no corresponde a ningún mérito en mí. Se fijó en mí por motivos que parten de Él, no de mí. Esto no ha sido arbitrario, o sin pensarlo, o al azar, porque todo lo que Dios hace tiene su motivación y motivo inteligente detrás, pero esto no me ha sido revelado. Tendré la eternidad para descubrirlo. Si puede ser descubierto.
Luego el apóstol dice algo de paso: “Si Dios es por nosotros…”. Antes de leer el resto de la frase, tengo que parar aquí: “Dios es por nosotros”. Esta es una afirmación tremenda. Muchos creyentes acomplejados piensan que Dios está en su contra, sobre todo cuando no salen con lo suyo. Han orado, y Dios no ha contestado de acuerdo con su voluntad, así que sacan la conclusión que Dios está en su contra. Pero todo lo contrario es cierto. ¿Cómo sabemos que Dios es por nosotros? Lo contesta el apóstol en el versículo siguiente: Porque “no escatimó ni a su propio Hijo” (v. 32). Sé que Dios me ama porque envió a su Hijo a morir por mí. Esta es una verdad objetiva, no subjetiva. No sé que soy amada porque Dios me consiente, o porque me envía flores, sino porque un día se produjo el Calvario. Al pie de la cruz es donde soy más consciente de ser amada. Cuando él levanta la culpa de sobre mis doblados hombros y lo coloca sobre sí mismo, sé que me ama.
“Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” Mucha gente. El marido inconverso. El jefe del trabajo. Mis compañeros del colegio. La profesora de la facultad. Mis padres que no conocen al Señor. La sociedad entera. En algunos casos, la ley del país. En el caso de Cristo, el judaísmo y el imperio romano. Pero, ¿qué importa, si Dios está a mí favor? Todos ellos pasan con el tiempo, Él es eterno. Cuando ellos ya lleven siglos en la tumba, yo todavía estaré con mi Dios. En el día del juicio, Cristo saldrá a mi defensa y me justificará, y ellos procederán a la condenación. Tener a Dios de parte mía es una gran cosa.