SU FE Y LA NUESTRA

“Plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que la fe contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:22).

Abraham se salvó creyendo que Dios le iba a dar un hijo y una patria. Nosotros no nos salvamos creyendo esto. Mas bien, nos salvamos por creer “que Dios levantó de los muertos a Jesús, quien fue entregado por nuestras transgresiones y levantado por nuestra justificación”, como dice el texto. ¿Qué tiene que ver lo que Abraham creyó con lo que nosotros creemos? La promesa dada a Abraham es la semilla que creció y creció hasta llegar a ser el Evangelio. El evangelio es que Dios nos ha dado un Hijo y una Patria, lo mismo que a Abraham: “Porque un Niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Is. 9:6). Y: Los de la fe de Abraham “claramente dan a entender que buscan una patria, esto es, celestial… Dios les ha preparado una ciudad” (ver Heb. 11:13-16). Por medio del Hijo llegamos a la Patria Celestial. Esto es el evangelio.

Abraham vivió el evangelio que nosotros creemos. El hijo le fue dado (Gen. 21.1). Fue ofrecido en sacrificio (Gen 22:10); Resucitó: “Pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Heb. 11:19). De este hijo “sacrificado y resucitado” nació el pueblo de Dios, de manera figurativa; del Hijo de Dios sacrificado y resucitado literalmente nació la Iglesia: “Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días” (Is. 53:10).
Pablo, pensando en todo esto, concluye: que “su fe le fue contado por justicia, y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros… esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”. La palabra “entregado” es un enlace que conecta con Is. 53 en la LXX[1] donde reza: “Jehová le entregó por nuestros pecados” (v. 6), y “Debido a sus pecados él fue entregado” (v. 12). Pablo hace referencia a esta versión en la mesa del Señor cuando dice: “La noche que fue entregado”, no por Judas, sino por Dios (1 Cor. 11:23). Is. 53:5 en el Tárgum[2] dice: “fue entregado por nuestras iniquidades”, refiriéndose al santuario que fue profanado por nuestras transgresiones y entregado por nuestras iniquidades. Son matices interesantes.
Cristo fue entregado para expiar los pecados de su pueblo y levantado para demostrar su justificación. El hecho de que Dios levantó a Jesús de los muertos confirma que aceptó su muerte como válida para expiar nuestro pecado. La resurrección fue su sello de aprobación. Puesto que Dios aceptó su sacrificio para pagar nuestra deuda, somos perdonados, y la resurrección lo demuestra.

[1] La Septuaginta es la versión griega del Antiguo Testamento, año 200 a. C.
[2] El Targum es el comentario rabínico sobre libros de la Biblia. Tiende a amplificar el texto.
Copyright © 2017 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.
Muchas gracias por contactar con nosotros, en breve responderemos.