SOMOS AMADOS Y SALVOS

“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
Lectura: Romanos 5:5-11.
Soy amado.
El Espíritu derrama el amor de Dios en mi corazón. Lo vivo. Lo noto, lo siento. Es la maravillosa sensación de sentirme amada por Dios. Somos amados y con este amor que hemos recibido, amamos a Dios y a los demás. Amamos con el amor de Dios que el Espíritu Santo ha derramado en nuestros corazones. Es un amor compasivo que me amó a mí cuando aún era pecadora: “Mas Dios mostro su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (v. 8). Con su amor podemos amar a pecadores, no importa cómo sea la persona. Cristo ama a delincuentes, a adúlteros, a niños desobedientes, a hijos rebeldes, y a todo el colectivo LGBTI, pero su amor no nos salva, somos salvos por su sangre. Aquellos no serán salvos hasta que no vengan a Él. De momento están bajo la ira de Dios: “Estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (v.9). Lo nuestro es un evangelio de amor y de sangre. Oh Padre, me amaste cuando era pecadora y me amas ahora que soy salva. Gracias por la sangre de Cristo y por tu salvación tan grande que transforma al pecador en santo. ¡Esto es glorioso!
Soy abundantemente salva.
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (v. 9). “Mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (v. 10). “Mucho más” se repite dos veces. ¿Cómo podemos ser más salvos que salvos? Para nosotros la salvación es una cosa fija, pero para Pablo la salvación es también un proceso. “Salvación” es una palabra general que incluye la justificación y la santificación, como “verdura” incluye zanahorias y judías verdes. Hemos sido justificados (ahora); seremos salvos de la ira (futuro). Éramos enemigos de Dios en el pasado, hemos sido reconciliados en el presente y seremos salvos en el futuro. Éramos enemigos por nuestro pecado, hemos sido reconciliados por su sangre, y seremos salvos por su vida, esto es, por el proceso de la santificación que se realiza en nosotros por medio de su vida en nosotros por el Espíritu Santo. La justificación es la solución para nuestra vieja naturaleza y la regeneración es la solución para nuestra nueva naturaleza; la regeneración es la vida de Cristo en nosotros, o sea, su Espíritu en nosotros. El viejo hombre fue crucificado con Cristo, y hemos resucitado con Cristo a una nueva vida: somos salvos por su vida, por su resurrección, porque hemos resucitado con Él y hemos recibido su vida. Por lo tanto: “Nos gloriamos en Dios por el Señor Jesucristo, por quien hemos recibido la reconciliación” (v. 11). ¡Amén!