LA BASE DEL JUICIO

“Porque todos los que sin la ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados” (Romanos 2:12).
Se cuestiona cómo será el juicio de Dios para los que no han oído el evangelio. Algunos opinan que Dios es injusto si los condena. Aquí, Pablo se dirige a estas preguntas. La base del juicio es la ley de Dios. Los que han transgredido la ley son culpables y padecerán las consecuencias.
Nuestra sociedad funciona de igual manera. Estamos acostumbrados a recibir multas si hemos superado la velocidad, aun cuando no sabíamos cuál era el límite. La diferencia entre conducirnos por la autopista y conducirnos por la vida es que para aprender a conducir el coche estudiamos el código. Vamos a clases de conducir y pasamos horas haciendo pruebas en preparación para el día cuando nos presentarnos para el examen que determinará si conducimos o no. En cambio, Dios nos va a examinar no de la teoría, sino de la práctica de su ley, de cómo hemos vivido: “No son los oidores de la ley los justos antes Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados” (2:13). ¡Lo sorprendente es que la gente ni siquiera estudia su ley para prepararse! Ni la conocen, ni la estudian, y no la ponen por práctica. Si les preguntamos si conocen la ley que Dios usará para juzgarles, dirán que no les interesa. No quieren saber nada del examen que determinará dónde pasarán la eternidad.
¿Cómo debemos vivir? ¿Qué espera Dios de los seres humanos? Está todo escrito en blanco y negro, no es ningún secreto. Nos incumbe empaparnos de la Palabra de Dios como si estuviésemos estudiando para el examen de conducir. ¡Si no aprobamos no llegaremos al destino que deseamos!
¿Qué pasa con los que nunca han visto una Biblia? “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (2:14, 15). Los que conocen la ley de Dios serán juzgados por ella, y los que no la conocen, también, porque está escrito en sus corazones y en sus conciencias. La persona que nunca ha leído la Biblia sabe que Dios existe por la creación, sabe que es eterno, que debe darle gracias y adorarle (1:20). También sabe que ciertas cosas están bien y otras cosas están mal. Es capaz de juzgar a otros por su envidia, homicidio, contienda, engaño, arrogancia, desobediencia a sus padres, infidelidad y crueldad (1:29, 30), pero no a sí mismo.
Cada día se condena la violencia de género, la corrupción y las atrocidades de Daesh, sin embargo, los que condenan a otros son desleales en el matrimonio, no honran a sus padres, son deshonestos en el trabajo, y no tienen misericordia de los millones de este planeta que sufren. Con ello, se condenan a sí mismos. La ley de Dios está escrito en el corazón y la conciencia de cada ser humano y Dios condenará a cada uno justamente por no jugarse a sí mismo como juzga a otros. Si lo hubiese hecho, habría buscado la manera de conseguir el perdón de pecado, habría clamado a Dios y Él les habría mostrado el camino del perdón. Pero, porque no lo han hecho, son culpables.