ESTAMOS EN EL VERDADERO

“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna” (1 Juan 5:20).
Hay distintas opiniones en cuanto a la interpretación de este versículo. La mayoría de los comentaristas dicen que “Éste” se refiere al Padre, porque tres veces Juan usa la palabra verdadero para referirse al Padre. Conocemos al verdadero, estamos en el verdadero, y Él es el verdadero Dios. Pero Lutero y Calvino opinaban que se refiere al Hijo Jesucristo. Si fuese así, este sería la más clara afirmación que Cristo es Dios en todo el Nuevo Testamento. ¡Nos encantaría poder usarlo para convencer a los Testigos de Jehová de la divinidad de Cristo! Pero tenemos que echar mano a otros textos para hacerlo (Juan 1:1, por ejemplo).
“Este es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos” (v. 20, 21). El contraste está entre Dios y los ídolos. Dios es verdadero, real, auténtico; los ídolos son falsos, de mentira, un engaño. Mientras escribo, estamos en Andalucía justo antes de Semana Santa, ¡y las procesiones ya han empezado! Los hombre se visten de traje y la mujeres se ponen guapas. Todo el pueblo sale a la calle para ver las procesiones, miles y miles de personas. En contraste, aunque se llene la capilla evangélica a tope, somos una pequeña menoría. Estos textos van muy bien para estos días: “Sabemos que el mundo entero está bajo el maligno” (v. 19). ¡Lo estamos viendo! La vieja idolatría no ha desaparecido. El hombre moderno, sofisticado en su conocimiento de la informática y la tecnología, ¡todavía adora ídolos!, algo tan primitivo. Es ridículo hablar con una estatua, pero la gente sigue haciéndolo.
Mantienen que no adoran a los santos, que solo los veneran, pero miremos lo que Dios manda: “No tendrás dios ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Ex. 20:3-5). Está prohibido hacer imágenes. Está prohibido inclinarse delante de ellas. Está prohibido honrarlos. Y la gente hace precisamente estas tres cosas. No solo está prohibido adorarlos, sino tenerlos. ¡Y los lleven por la calle para que la estatua de María dé un abrazo a la estatua de Jesús! Esto Dios lo aborrece. Él es celoso; considera toda idolatría una abominación.
Una maldición sigue los que practican la idolatría: “visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (v. 5). Dios interpreta lo que hace la gente en Semana Santa con las imágenes como que le aborrecen. En lugar de recibir honra de las procesiones, ¡recibe rechazo! Se siente aborrecido. Porque Dios es Dios invisible y la gente rechaza lo invisible a favor de lo visible. No quieren poner su fe en un Dios al que no pueden ver.
Aunque el mundo entero está bajo el maligno, sabemos que Cristo nos guarda y que el maligno no nos puede tocar. Sabemos que somos de Dios, que Cristo nos ha dado entendimiento para conocer al verdadero Dios, que estamos en Él, y que tenemos la vida eterna. El que sigue un ídolo por la calle, ¡que ni puede andar!, no sabe ninguna de estas cosas. Por Cristo tenemos a Dios, tenemos entendimiento, y tenemos la vida eterna.