LA TÁCTICA DEL ENEMIGO

“Oyendo los enemigos de Judá y de Benjamín que los venidos de la cautividad edificaban el templo de Jehová Dios de Israel, vinieron a Zorobabel…” (Esr. 4:1, 2).
Ayer vimos que los enemigos de los judíos eran los que llamaremos los “samaritanos”, gente que adoraba a Dios y también los dioses de su país de procedencia. Eran unos ecuménicos que creían que todas las religiones son buenas y que hay que colaborar los unos con los otros. Lo mismo es cierto de la iglesia. Sus peores enemigos son los que pretenden ser cristianos, pero no lo son. Complican la vida de los verdaderos hijos de Dios, y en algunos casos, hasta el extremo de perseguirlos. Estos enemigos, los que la Biblia llama “los pueblos de la tierra” vinieron en son de paz y con buena voluntad ofrecieron participar en la obra de reconstrucción del Templo: “Vinieron a Zorobabel y a los jefes de casas paternas, y les dijeron: Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios desde los días de Esar-hadón rey de Asiria, que nos hizo venir aquí” (v. 2).
Estos enemigos en concreto son gentes paganas que habían sido transportados a Tierra Santo por los asirios hace décadas y ahora la consideran su tierra. Se habían asentado en el reino del norte, en Samaria. Podrían haber sido personas que habían aprovechado la caída de Jerusalén para trasladar su residencia de Samaria a Judá. En tiempos de Jesús se llamaban los samaritanos. Ahora se presenta una delegación incluyendo oficiales del gobierno de Samaria para investigar lo que los judíos recién venidos están haciendo.
Ofrecer colaborar era una táctica brillante de su parte. Cuánto más involucrados en la obra, más la pueden complicar. Un verdadero creyente y un falso creyente no pueden colaborar juntos. Es imposible. Más pronto o más tarde se producirá un verdadero conflicto. Sus valores, opiniones, formas de trabajar y metas son diferentes. Hacen las cosas con los recursos de la carne, con otra motivación, mientras que el creyente auténtico depende de Dios.
Los líderes judíos contestaron con firmeza: “Zorobabel, Jesúa, y los demás jefes de casa paternas de Israel dijeron: No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey Ciro, rey de Persia” (v. 3). Esto no agradó a los samaritanos, ni agrada hoy día cuando rehusamos colaborar con cristianos de teología liberal o con otras religiones. Parece que somos unos sectarios, anticuados, estrechos de mente, antipáticos, que no tenemos amor, y que no entendemos lo que es trabajar todos juntos en equipo en unión y armonía. Zorobabel quedó muy mal. Esto provocó al enemigo a revelar sus verdaderos colores. Ahora la oposición se hace más visible. Los samaritanos procedieron a tomar medidas en contra de los judíos: “Pero el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y los atemorizó para que no edificara. Sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustras sus propósitos, todo el tiempo de Ciro rey de Persia y hasta el reinado de Darío rey de Persia” (v. 4, 5). Lograron parar la obra.
El diablo se disfraza de ángel de luz hasta que le veamos el plumero; entones sale abiertamente en nuestra contra revelando toda su animosidad. Sus agentes emplean sus mismas tácticas. El conflicto resultante es intenso. Toda nuestra dependencia es del Señor contra potentes adversarios. Él tiene que prosperar su obra, o no se realiza.