“Y no obedecimos a la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes que él puso delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas” (Daniel 9:10).
Para interceder Daniel tiene que identificarse como parte de la colectiva que ha pecado. No puede pedir por “ellos”, sino por “nosotros”, como parte de Israel que ha ofendido a Dios, aunque su propia vida fue intachable. En esto es un tipo de Cristo como intercesor. Jesús intercedió por nosotros identificándose con nuestro pecado. Tomó nuestro pecado sobre sí mismo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21). “Por cuanto derramó su alma hasta la muerte, y fue contado entre los pecadores, habiendo cargado el pecado de muchos e hizo intercesión por los transgresores” (Is. 53:12, KJV). Para interceder, fue contado como pecador. “Hemos” pagado por nuestro pecado.
Daniel reconoce que el mal que ha venido sobre Israel, su destrucción y cautividad, es lo que Moisés dijo que pasaría si traspasasen Su ley, y que Dios ha sido justo en castigarles en cumplimiento de su juramento: “Todo Israel traspasó tu ley apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual ha caído sobre nosotros la maldición escrita en la ley de Moisés. Todo este mal vino sobre nosotros y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad” (v. 11, 13). Israel no se ha arrepentido, es decir, no se ha convertido de sus maldades. Convertirse es cambiar. No ha cambiado; siguen en sus pecados. Convertirse es abandonar el pecado y hacer lo que Dios pide; es entender su verdad y andar en ella.
Ahora Daniel aduce motivos por los cuales Dios debe perdonarles. Por amor a Su reputación: “Ahora pues, Señor Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste renombre cual lo tienes hoy; hemos pecado, hemos hecho impíamente. Oh Señor, conforme a todos tus actos de justicia, apártese ahora tu ira y tu furor de sobre tu ciudad Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro” (v. 15, 16). Dios se hizo renombre por su milagroso rescate sacando Israel de Egipto y todas las naciones alrededor tomaron nota y temieron al Dios de Israel. Pero Israel no hacía más que pecar y ahora que ha sido derrotado, las naciones han pensado que Dios no es tan poderoso después de todo, porque ha sido conquistado por Babilonia. Así que el dios de Babilonia tiene que ser más fuerte que el Dios de Israel.
Nuestro mal testimonio hace un daño tremendo a la causa del evangelio. ¿Cómo ha sido el testimonio de la iglesia en España, de tu iglesia local, de tu matrimonio, de tu familia? ¿La gente menosprecia a Dios debido a ello? ¿Hablan mal de la iglesia o del cristianismo a causa de su testimonio? Si no ha sido bueno, intercede como parte implicada. Confiesa el pecado como tuyo; reconoce la justicia de Dios en cuanto a los resultados; pide perdón en nombre del colectivo como parte de él, y pide que podamos juntos entender su verdad, cambiar y andar en ella. “Oh Dios, imploramos tu favor para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad” (v. 13). Amén.