LA DECISIÓN

“¿Qué Dios será aquel que os libre de mis manos?” (Daniel 3:15).
El rey hace poco había dicho: “Ciertamente del Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes” (2:47), pero aun estaba lejos de ser convertido. Sabía de Dios, pero no se había rendido a Él. De hecho, se había rebelado en contra del plan de Dios para la historia del mundo que Dios le había revelado en el sueño. Pero Dios sigue tratando con él, y a coste de mucho sufrimiento de parte de otros creyentes. ¿No es lo mismo que pasa en tu casa? Ellos saben, pero no se rinden, y tú estás puesto a prueba.
La acusación: “En aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos. Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesad, y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te ha respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado” (3:8, 12). ¡Se ve que los caldeos tenían celos de los judíos! El rey les había dado más autoridad que a ellos. Esto no gusta, ¡unos extranjeros ocupando los primeros puestos! Para salirse con la suya, indirectamente acusan al rey de no haber tenido sabiduría en alocarles esta responsabilidad. Con esta táctica, logran su objetivo.
La penalidad: El rey les convoca a los tres a aparecer delante de él, les pregunta si es cierto que no adoran su imagen, y les da otra oportunidad de renunciar su fe: “Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo” (3:15). ¡Cómo se nota que Daniel estudió en Babilonia! Allí les encantaba la repetición de frases: otra vez tenemos la lista de los instrumentos musicales. Si nuestros amigos no acatan el orden de rey, serán quemados vivos.
El desafío a Dios: “¿Y qué Dios será aquel que os libre de mis manos?” (3:15). El rey sabe que no adoran su estatua por sus convicciones religiosas. Sabe que tienen otro Dios, ¡y él desafía a este Dios! ¡Se cree más potente que Él!
La respuesta: “Sadrac, Mesac, y Abed-nego respondieron: No es necesario que te respondamos sobre este asunto” (3:16). ¿Por qué? Porque ya habían evidenciado su determinación. Continúan: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará, y si no, sepas, oh rey que no serviremos a tus dioses, ti tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (3: 17-18). Creen que Dios puede librarles, pero respetan su soberanía. Si no lo hace, está en su derecho, y esto no afectará para nada su fe y confianza en Él. No hacen ninguna “declaración” de rescate. No saben cuál será el desenlace, pero saben quién es Dios y le temen más que la muerte.
Nosotros: Creo que en los días en los cuales nos ha tocado vivir aquí en Europa, la forma de estos tres hombres de responder a la prueba será cada vez más relevante para nosotros, porque nos encontraremos en semejante persecución cuando el Islam suba al poder. Lo único que nos salvará eternamente es un temor a Dios más fuerte que nuestro temor a la muerte.