¡ORA!

“Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces lo que estén en Judea, huyan a los montes. El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa… Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo” (Mateo 24: 15-20).

Aquí tenemos varias profecías del Señor Jesús al final de su ministerio avisando a sus discípulos de cosas que ocurrirán antes de su segunda venida. Son de muy difícil interpretación y hay diferentes escuelas que las interpretan en diferentes maneras. No vamos a entrar en este terrero complicado ahora, sino que vamos a hablar de un pequeño detalle que nos animará mucho en nuestra vida de oración.

Los judíos van a ser perseguidos. Jerusalén va a sufrir una invasión. Jesús está dando una señal que ellos entienden y les dice que, cuando esto ocurra, huyan a las montañas inmediatamente, con lo que llevan puesto, sin volver a la casa para buscar nada, que escapen con sus vidas. Luego dice algo curioso que nos llama mucho la atención. Dice: Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo”. Si Dios en su eterna soberanía ha determinado cuando estos eventos van a ocurrir, la fecha ya está fijada. ¿Para qué, pues, van a orar para que no ocurra en invierno, ni en un día de reposo?

Se ve que Jesús, en su condición humana, no sabía si esto iba a ocurrir en invierno o verano, porque si hubiese sabido en qué estación del año iba a ocurrir, no habría dicho que orasen para que no fuese en invierno. Dice algo parecido en cuanto a la fecha de su segunda venida, que ni él, ni los ángeles sabían cuando iba a ocurrir, que el Padre lo había determinado en su soberanía (ver Hechos 1:7, por ejemplo).

Bueno, el Señor está diciendo a sus discípulos que oren para que una cosa ya determinada no sea más difícil aún, porque si tienen que huir a las montañas en invierno, hace frio, y será más complicado sobrevivir. Si es en un día de reposo, no van a poder huir muy lejos, y será más fácil que sean capturados. Esto nos lleva a la vieja pregunta de siempre, ¿para qué orar si todo ya está determinado? Y la respuesta es que ¡la oración tiene poder para incidir en la soberanía de Dios! Cuando Dios decidió las cosas, antes de la creación del mundo, ya tomó en consideración nuestras oraciones. Esto es muy grande. Dios sabía lo que íbamos a orar, y lo incorporó en sus determinaciones soberanas antes del comienzo del tiempo. Por lo tanto, podemos orar para que nuestro sufrimiento sea mitigado.

Todo lo que hemos ido diciendo es un ejemplo de lo que dice Santiago: “La oración eficaz del justo puede mucho” (Sant. 5:16). El ejemplo que él pone es que puede convocar una gran sequía o puede traer lluvia. El ejemplo que el Señor Jesús da es que puede lograr que nuestro sufrimiento sea menos. Esto es una gran incentiva para orar.

“¡Orad, pues!”.