LO QUE LE FUE REVELADO A EZEQUIEL EN FORMA DE SEMILLA

“Él me llevó en visiones divinas a la tierra de Israel…” (Ez. 40:2).

Cuando Ezequiel vio la visión del Trono de Dios (Ez. 1; 10:1), fue una revelación de la gloria que Jesús tuvo con el Padre “antes que el mundo fuese” (Juan 17:5). Es la misma visión que tuvo el profeta Isaías (Is. 6:1-3 con Juan 12:41), y la que tuvo Juan de la gloria de Cristo (Ap. 1 con Mt. 17) y del Trono de Dios y del Cordero (Ap. 4 y 5).

Su visión de la salida de gloria de Dios del Templo (Ez. 10-11:23) tiene su correspondencia o cumplimiento en la última salida de Jesús de Templo y su rechazo final (Mat. 23:37-24:3). Su visión de la gloria de Dios que vuelve al Templo tiene su cumplimiento parcial en la venida del Espíritu Santo (Dios) a su Templo (la Iglesia) en Pentecostés, y finalmente cuando vuelve Cristo en gloria para permanecer en medio de su pueblo en la nueva Jerusalén, donde Dios es el Templo (Is. 60:19; Ap. 21:22).

Su visión del Templo es cumplida en Cristo, el Templo perfecto, en el creyente, templo del Espíritu Santo (1 Cor. 6:16), y en la Iglesia, el Templo de Dios (1 Pedro 2:4-10).

Su visión del Río que sale del Templo, es el Espíritu Santo que salía de Cristo en poder, del creyente en ríos de agua viva (Juan 7:37-39) y del Trono de Dios (Ap. 22:1) para dar vida a la nueva creación.

Su visión del campo de huesos secos representa la resurrección espiritual de los que estábamos muertos en delitos y pecados y que hemos recibido vida en Cristo (Ef. 2:1). Tiene su culminación en la resurrección de los muertos en el día final (1 Cor. 15).

La visión de la destrucción de Babilonia (Jer. 50, 51) y el juicio de las naciones (Ez. 25-32) tiene su cumplimiento final en el juicio final (Ap. 17, 18, 19).

La destrucción de Gog y Magog (Ez. 38, 39) tiene su culminación en la destrucción final de Satanás (Ap. 20:8-10).

La visión de Israel restaurada y Jerusalén reedificada tienen su cumplimiento final en los cielos nuevos y tierra nueva y la nueva Jerusalén que desciende del cielo de Dios (Ap. 21:1-3; Is. 65, 66 y 2 Pedro 3:13).

Dios mismo que viene a buscar a las ovejas descarriadas (Ez. 34:16) es Cristo, el Buen Pastor de las ovejas (Salmo 23 y Juan 10:14).

El príncipe David que había de venir (Ez. 34:24) tiene su cumplimiento en Cristo, el Gran Pastor de las ovejas, que reinará eternamente sobre el trono de su padre David (Mt. 1:32).

El evangelio que fue revelado a Ezequiel (Ez. 36:24-31) es el Evangelio eterno (Ap. 14:6), el mismo que tenemos en el Nuevo Testamento. Toda la Biblia es una sola.

Nos quedamos anonadados, abrumados y prostrados en adoración delante de la grandeza y la gloria del magnífico plan de Dios para el tiemplo y la eternidad que Él reveló a su profeta Ezequiel. Allí en medio de los cautivos en Babilonia nunca podría haber soñado con un cumplimiento tan inefable y glorioso a lo que Dios le reveló.