RESUMIENDO LOS RESULTADOS DEL REGRESO DE DIOS

“Esta es la ley fundamental del templo: ¡santidad absoluta! (Ez. 43:12).

Los tres temas que ocupan la última parte libro de Ezequiel son:

El regreso de la presencia de Dios (40-43:12).

La restauración de la adoración a Dios (43:13-46:24).

La reordenación del pueblo de Dios (47:1-48:35).

En estos capítulos el profeta trata el tema de Templo, el sistema sacrificial, y la división de la tierra. Todo tiene que ser perfecto y purificado para que Dios more en medio de su pueblo. El Templo fue reconstruido en Jerusalén y Dios volvió (Ez. 43:1-5; Esdras 6:15). El cuerpo del Señor Jesús fue el Templo del Dios viviente mientras estuvo aquí en la tierra (Juan 2:18-22). En el día de Pentecostés vino el Espíritu de Dios para habitar en los cuerpos de los creyentes para hacerlos su Templo (Hechos 2). En la Nueva Jerusalén no habrá templo, porque Dios es su Templo (Ap. 21:22). Ahora la presencia de Dios está en medio de su pueblo cuando éste se reúne (Mt. 18:20).
¿Vivió Ezequiel para regresar a Israel y estar presente cuando reinauguraron el Templo? No lo sabemos. Cuando se promulgó el edicto de Ciro para volver, en 538, Ezequiel habría tenido 85 años, y el templo no fue reconstruido hasta bastantes años después. Dios dio esta visión a su amado profeta para consolarle y ilusionarle con la esperanza de lo que Él iba a hacer. Dios mismo también espera el cumplimiento de la visión. Su cumplimiento final será más glorioso de lo que nadie pudiese soñar.

La restauración de la adoración a Dios consistía en una semana de sacrificios para descontaminar el altar y volver a consagrarlo (43:18-27). “Harán expiación por el Altar y lo purificarán. Así lo consagrarán” (43:26). Claro, este altar era nuevo, pero el anterior fue profanado y destruido con la destrucción del templo y la ciudad de Jerusalén. Esta ceremonia habla de una relación renovada con Dios: “Los sacerdotes ofrecerán sobre el Altar vuestros holocaustos y vuestras ofrendas de paz, y me seréis aceptos, dice Adonay Yahvé” (43:27). El holocausto era la ofrenda de todo quemado para Dios; las ofrendas de paz se repartían y comían juntos los que habían venido a adorar. El Señor había regresado en su gloria y se ha restaurado la relación del pacto y la adoración. Dios había aceptado a su pueblo de nuevo. El pueblo ya podía tener acceso permanente a Él a través del sistema sacrificial. Las fiestas que se describen a continuación (45:13-46:15) lo celebran. La comunidad que regresa del exilio no va a ser perfecta. Cometerían pecado y van a seguir necesitando los sacrificios. “La visión que Ezequiel tiene de los ritos diarios, semanales y mensuales proclaman la gracia continua del Dios de paz con su pueblo” (Block, p. 677). Esto es lo que nosotros los cristianos celebramos en la mesa del Señor cada domingo, el sacrificio ya realizada que estableció nuestra paz con Dios.
Dios ha vuelto a su Templo, la adoración está restaurada. Falta el retorno del pueblo a tierra para vivir en igualdad y harmonía que permitiría a Dios seguir viviendo entre ellos. Este era el sueño de Ezequiel. La sección final de su visión es de un río que da vida, una tierra dividida con perfección matemática para simbolizar la igualdad y el orden entre el pueblo de Dios, y una Ciudad perfectamente cuadrada en que el pueblo vive en santidad, donde la presencia de Dios es tan real como en su propio santuario.