EL TEMPLO QUE LA GLORIA DE DIOS LLENÓ

“Me introdujo luego en el Santuario, y midió los pilares… Midió por los cuatro vientos, y el muro que lo rodeaba era de quinientas cañas de longitud por quinientas cañas de ancho” (ver Ez. 40-42).

En estos tres capítulos tenemos las medidas del Templo perfecto que Dios llenó con su gloria (43:1-5). ¡Dio la talla! Era perfecto en simetría. Tenía equilibrio. Esto nos habla de cómo tiene que estar nuestro templo si el Señor lo va a llenar: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es Santuario (Templo) del Espíritu Santo que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Cor. 6:19). “Sed llenos del Espíritu” (Ef. 5:18). Dios llena lo que está en orden y limpio. Las dimensiones simétricas del templo de Ezequiel nos hablan de equilibrio personal, estabilidad emocional, emociones controladas, dominio propio, constancia, disciplina, de la armonía que debe haber entre nuestra vida devocional y nuestra vida práctica: del orden en toda la vida.

¿Soy una persona equilibrada? ¿Cómo voy yo en estabilidad emocional? ¿Toda mi vida está bajo el gobierno del Señor, o solo me someto a su autoridad el domingo por la mañana? ¿Soy la misma persona siempre, en el trabajo, en casa, con mi marido, en la iglesia, en la universidad, en el supermercado? ¿Estoy controlada por lo que pasa por fuera de mí, o me controlo desde dentro? En un ambiente de guerra, ¿vivo en paz?

El equilibro del templo de Ezequiel nos da mucho que pensar. El apóstol Pablo escribió a Tito: “Por esta razón te dejé en Creta: Para que pusieras en orden lo que faltaba (en las iglesias allí) (Tito 1:5). Pues, tenemos el mismo cometido con nuestro “templo”, de poner en orden lo deficiente. Entonces, vamos a aplicarnos a la obra. ¿Tengo equilibro en los siguientes órdenes de mi vida? En estas, por ejemplo:

¿Me controlo en lo que como, o como demasiado?

¿Hablo demasiado, o dejo que otros también hablen? ¿Escucho bien? ¿Discuto demasiado; confronto demasiado poco? ¿Dejo pasar lo que no debo?

¿Trabajo demasiado y no descanso lo suficiente? ¿Tengo el equilibrio correcto entre ocio y trabajo?

¿Me preocupo demasiado por las cosas y oro demasiado poco?

¿Limpio demasiado mi casa? ¿Soy una fanática de la limpieza? ¿O soy dejada?
¿Gasto demasiado dinero, o controlo el uso del dinero?

¿Duermo demasiado de modo que no tengo tiempo para hacer lo que necesito hacer? ¿O duermo demasiado poco y siempre estoy cansada?

¿Tengo el equilibro entre el estudio de la Palabra y la oración, o me dedico demasiado tiempo a un aspecto y demasiado poco al otro?

¿Uso el ordenador y el móvil a la medida justa, o me paso?

Vamos a pedir al Señor que nos examine en estas áreas y tomar las medidas necesarias para cambiar para tener la simetría que a Dios le gusta en nuestro templo.