EL TRONO

“Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo, el cual tenía un incensario de oro, el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio” (Heb. 9:3-5).

Cuando Moisés fue llevado a la presencia de Dios y le fue mostrado el auténtico Trono del Altísimo en los cielos, ¿qué es lo que realmente vio? Solo podemos deducirlo por medio de lo que diseñó para representarlo y así revelarlo. En referencia al Trono de Dios, tenía que haber visto que el gobierno de Dios es fundado sobre la Ley perfecta de Dios, justa y eterna. Por lo tanto, lo simbolizó poniendo las Tablas de la Ley en el arca. Tenía que haber visto que es un Reino de Vida, no de muerte, sino de vida eterna en abundancia, así que puso en el arca la vara de Aarón que floreció para simbolizar la vida de resurrección. Tenía que haber visito que la Palabra de Dios es eterna, que es el pan del Cielo, la comida de los ángeles, y que el reino de Dios está asentado sobre su Palabra. Así que, puso una urna con mana en el arca.

            También tenía que haber visto que Dios gobierna sobre un pueblo redimido, que estaremos en su Reino porque hemos resucitado de la muerte, que tenemos la Ley de Dios escrita en las tablas de nuestro corazón para amarla y obedecerla, y que esta Palabra alimenta nuestras almas. Todo esto está dentro del Arca que forma el asiento de su gobierno. Dios reina sobre un pueblo que refleja el contenido del Arca.

            También tenía que haber visto que para compensar por la inhabilidad del hombre caído de guardar su Palabra y vivir en justicia, Alguien tuvo que expiar el pecado y erradicarlo para introducir la justicia y hacer perfecto su Reino. Así que, cubrió el Arca con el propiciatorio, que habla de redención, misericordia y gracia. El trono de Dios, entonces, es basado en la Ley y la Gracia, el cumplimiento de la Ley y el don de la Gracia. Para simbolizarlo, el asiento de su Reino está manchado con sangre. Jesús es el mediador de un Nuevo Pacto en su Sangre. Por lo tanto, el propiciatorio cubre el Pacto Viejo. Dios se sienta sobre el propiciatorio para reinar sobre un pueblo redimido. Este es el Trono de Dios y su base.

            Nosotros encontramos normal que el gobierno de Dios se base sobre nuestra redención, porque somos orgullosos con un sentido inflado de nuestra importancia, pero ¡no es ni remotamente normal que el Trono del Dios que gobierna el universo sea basado sobre la redención del hombre! ¿Quiénes somos nosotros? Una mota de polvo en el universo. Esto es lo que salmista empezó a comprender meditando sobre la creación: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra” (Salmo 8). Y es lo que nosotros empezamos a entender meditando sobre el Tabernáculo, es decir, que la expiación es el asiento del Trono de Dios. Es la base de su gobierno por el tiempo y por la eternidad. El hombre tiene un inexplicable significado porque Dios, en vez de fulminarnos, ¡nos salvó! Por este motivo le adoraremos para siempre, porque empezaremos a comprender el significado de la Sangre en el Trono de la Gracia, y de Quién fue esta Sangre. Y la cegadora luz de aquella revelación iluminará al Cielo para toda la eternidad.