SER AUTÉNTICO

“Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gal. 5:24).

Un hombre casado se enamora locamente de una mujer. Deja a su esposa y se casa con ella. Su argumento es que, como estaba enamorado, tenía que ser auténtico. No podía ser hipócrita y negar que estaba enamorado de la otra. Quedarse con su esposa cuando ya no la amaba sería hipocresía. Este es el argumento que está de moda en nuestros días. Y las personas que lo emplean piensan que están siendo honorables.  

¡Con esta regla de tres, si odio a una persona, se lo digo, para no ser hipócrita! Y si tengo ganas de darle una bofetada, se lo hago, porque soy auténtico. Voy por la vida insultando, porque soy auténtico. Digo lo que pienso. Hago lo que pide mi cuerpo. Si tengo ganas de acostarme con un hombre, lo hago. Si no quiero ir a clase, no voy, me quedo en la cama descansando. Si no tengo ganas de ponerme a limpiar la casa, no lo hago, me quedo viendo la televisión. Si tengo ganas de ir a la iglesia voy, y si no, no voy, porque no quiero ser hipócrita. ¡Y nos llamamos creyentes! Sí, esta conducta la encontramos dentro de la iglesia. Si me cae mal un hermano, no le saludo. Si no tengo ganas de poner mi dinero en la ofrenda, no lo hago. Si mi hijo se porta mal en el culto y arma un escándalo, no le disciplino, porque ¡él también tiene que ser autentico! Y así vamos.

Como hemos dicho, hoy día se pone mucho valor en ser auténticos, en ser fieles a nosotros mismos, pero con esto, lo que realmente estamos haciendo es ¡ser fieles a nuestra carne y nuestras pasiones! Creemos que para ser auténticos tenemos que hacer lo que pide nuestro cuerpo. ¡No hay concepto más lejos del cristianismo! El cristiano es uno que toma su cruz para seguir a Cristo. Esto no apetece nada a nuestra carne. La carne no quiere morir. Todo lo contrario, quiere satisface sus apetitos ¡ahora mismo! Placer inmediato, esto es lo que pide nuestra carne.

La Biblia enseña todo lo contrario: “Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros; inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos” (Gal. 5:19-21, NTV). Como dice la Reina-Valera: “Manifiestas (evidentes) son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia,…”.  Esto es lo que hacemos si dejamos que nuestra carne manda. Es ser auténtico, porque refleja lo que somos: auténticamente viles; este es el problema con ser auténticos: ¡somos auténticamente malos! Si seguimos nuestras pasiones, haremos estas cosas. Claro, ser correctos, comportarnos y hacer lo que se debe, esto es hipocresía, ¡pero más vale la hipocresía y el buen comportamiento, que la autenticidad y el pecado! Pero hay algo mejor. Esto es hacer lo bueno porque nos sale del corazón. Pero para ello necesitamos un nuevo corazón. Por esto vino Jesús. Cuando Él está en nosotros, y reina, hacemos lo auténticamente bueno, con toda sinceridad, porque ya hacemos las obras del Espíritu (v. 22, 23).