LO TENGO POR CIERTO

“Pues, tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Rom. 8:18).

Una señora estaba sentada en la sala de espera, esperando su turno para declarar delante del juez en un caso de abuso sexual contra menores. ¡Cuánto sufrimiento! Lloraba pensando en todo lo que su hermana había pasado. En medio de su dolor, el Espíritu de Dios trajo este versículo a su memoria: “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera”, y le vino un consuelo muy grande. Un día, ella mirará atrás a esta vida desde la perspectiva de la gloria, y sopesando su dicha eterna con el sufrimiento temporal, verá que éste ha sido poco en comparación con tanta gloria.
La misma semana, otra señora lloraba porque el matrimonio de su hijo había fracasado y estaban contemplando el divorcio. Pensaba en los niños implicados. ¡Cuánto sufrimiento! Y en su dolor le vino a la mente este versículo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotras ha de manifestarse”. Un día habrá un consuelo perfecto y completo por todo lo que hemos pasado aquí en este mundo y todo nos parecerá un sueño lejano. Veremos cómo todo ha tenido su propósito dentro del plan de Dios, veremos cómo Dios lo ha usado para bien, veremos que era necesario, y veremos que ha sido mitigado con amor, que Dios siempre ha estado con nosotros en medio de aquello, más cerca que el mismo dolor.

El apóstol dijo, “Pues tengo por cierto”. ¿Lo tienes por cierto? Esta es la pregunta. ¿Piensas que has sufrido tanto que no importa lo que te espera en el Cielo, no podría compensar? ¿Estimas más importante esta vida que la otra? ¿Amas más a tu familia que a Jesús? ¿Valoras más la felicidad en esta vida que la bienaventuranza de la otra? ¿Has visto a Jesús? ¿Le ves con los ojos del amor y le amas tanto que su mismo amor te da fuerzas para vivir? ¿Anhelas verle? ¿Confías en su plan para ti vida? Si es así, tendrás la misma certeza que la del apóstol: que no hay sufrimiento que Él no pueda consolar, que la gloria que nos espera no es comparable con el sufrimiento de esta vida; que nuestra compensación será tan magnífica que, pesándola en la balanza de la eternidad, el sufrimiento nos parecerá poco. En palabras del himno antiguo: “Todo habrá valido la pena, cuando veamos a Jesús. Una sola mirada de su amada cara borrará todo nuestro sufrimiento; así que, corramos con gozo la carrera que tenemos por delante hasta que veamos a Cristo”.