LA FIDELIDAD DE DIOS

“Pero ellos confesarán sus iniquidades… se humillará su corazón… entonces Yo también recordaré mi pacto” (Lev 26:40-42).

            Volvemos a Levítico 26 para recapitular lo que Dios dice acerca de cómo va a tratar con su pueblo si no viven según su ley, para entender bien la actitud de Dios acerca del pecado y cómo funciona su fidelidad al pacto con su pueblo. Las condiciones del pacto son estas: si la cumplen, vivirán en la tierra, gozarán de la paz y la abundancia, y Dios vivirá en medio de ellos. Si no la cumplen, irán de mal en peor, hasta ser expulsados de la tierra por Dios mismo. Los que quedan fallecerán en tierra de sus enemigos a causa de sus pecados y los pecados de sus padres. Pero si confiesan sus pecados y su traición contra Dios, cuando sus corazones incircuncisos estén humillados y hayan pagado por sus pecados, Dios se acordará del pacto que hizo con Abraham, Isaac y Jacob, porque entonces la tierra habrá descansado durante sus sábados sin ellos. Aun cuando estén en tierra de sus enemigos, Dios no los destruirá por completo, rompiendo su pacto, sino que se acordará del pacto que hizo con sus antepasados a quienes sacó de Egipto delante de todas las naciones para ser su Dios (Lev. 26:39-45). Hay dos factores que conducen al perdón y la restauración: la confesión de sus pecados y la fidelidad de Dios al Pacto.

            Dios es fiel a su pacto. Esto es incuestionable. ¡Pero qué mal lo pasó Israel por romperlo! ¡Cuánto sufrimiento, angustia, dolor, y muerte! Guerra, destrucción y deportación. En fidelidad a su pacto, Dios no se desentendió de ellos, porque los sacó de Egipto para ser su Dios, y como su Dios hace lo que tiene que hacer para que le sean fieles, para que vivan según su sabia y perfecta ley que refleja su voluntad para con su pueblo. Este es el método de Dios. El patrón sigue el mismo a través de toda la Biblia: pecado, sufrimiento, arrepentimiento y bendición. En la hora más negra de la historia de Israel está repetido: “Esto recapacito en mi corazón, que me da nueva esperanza: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, la misericordia de Yahweh nunca termina, sus compasiones nunca se acaban, nuevas son cada maña, ¡Cuán grande es tu fidelidad!” (Lam 3:21-23, RV y BTX).

            Y está repetido en el Nuevo Testamento: “Si perseveramos, también reinaremos con Él; si lo negamos, Él también nos negará; si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a Sí mismo” (2 Tim. 2: 12, 13). El versículo 12 no contradice el versículo 13. Si le negamos a Él, Él nos negara; si no somos fieles, Él permanece fiel a Sí mismo, a su Pacto. Esto no quiere decir que Dios nos bendecirá a pesar de nuestra infidelidad, como piensan muchos y como a menudo es malentendido, sino que Dios es fiel a todo lo que ha revelado a cerca de cómo va a tratar al hombre si el hombre no le es fiel a Él. No puede romper su palabra. Si le negamos a Él, Él nos negará: el Señor Jesús dirá que nunca nos ha conocido.

            La gracia de Dios no significa que si nos apartamos de Él, habiéndole conocido de verdad, que nos bendecirá de todas maneras, porque esto sería negar todo lo que Dios ha ido diciendo de sí mismo en toda la Biblia. Si nos apartamos, Dios, en su fidelidad, nos castigará para que volvamos. Esto es misericordia. Es gracia. Es, a fin de cuentas, una maravillosa noticia, porque ¡Dios no va a dejar que nos perdamos! Así es la fidelidad de Dios.