EL POZO NEGRO

“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación” (Salmo 40:1, 2).

            Esta meditación está dedicada a los que saben lo que es el pozo de la desesperación, que se encuentran en él, y quieren salir. Hay muchos hermanos que no comprenderán nada del tema, que nunca han experimentado la desesperación, y incluso piensan que un creyente nunca se desespera. El salmista, David, evidentemente era creyente y lo experimentó. Pero, si tu vida siempre ha sido de color rosa, archiva esta información para uso futuro o para un amigo que lo puede necesitar. Todos no necesitamos pasar todas las cosas, pero nos ayuda si podemos comprender una gama amplia de experiencias.

Querida Azalea (nombre ficticio),

            Tú estás allí abajo en el fondo del pozo. Miras alrededor y no ves nada, ni las húmedas paredes del negro pozo. No entra luz alguna de arriba. La apertura está tapada por  una gran piedra que no permite que entre claridad alguna. Hace frío, tienes hambre, y tus pies se hunden en el fango. Hay bichos en el agua y huele mal. De vez en cuando te pica uno y te das cuenta de que aun vives.

Esta es la única vida que conoces, pero te prometo que hay otra. Me acuerdo de la vida dentro del pozo, muchos años pasados así, cuando el pensamiento más alentador que tenía era que un día Jeremías salió del pozo. Me identificaba con él, y me daba esperanza a pensar que un día podría salir yo también. Pues salí, y te puedo decir que hay vida fuera. No digo que el sol brilla con toda su fuerza. De hecho el día es un poco gris, pero hay suficiente luz para distinguir las cosas. Mañana se despejarán las nubes y habrá gloriosa luz. Huirán las sombras y el día perfecto amanecerá, pero hoy hay suficiente luz para tomar el paso siguiente.

No sé si tú saldrás o no. Esto depende un poco de ti, y mucho del Señor, pero has de poner de tu parte, o no saldrás nunca. Dejando a un lado la parábola, lo que puedes hacer es aprovechar este tiempo para plantearte varias preguntas: ¿Cómo llegué estar aquí? ¿Hay una parte que es por mi culpa que debo reconocer y arreglar delante de Dios? ¿Qué quiere cambiar Dios en mí? ¿Están sin sanar mis heridas del pasado? ¿Qué consecuencias tengo aun? ¿Estoy sufriendo una opresión satánica por motivos fuera de mí responsabilidad? ¿Cómo voy en el tema de perdonar a los que mi han hecho daño? ¿Estoy viviendo por fe, recibiendo instrucción de la Palabra cada día a pesar de no sentir nada? ¿Creo en el amor y la bondad de Dios a pesar de no sentir nada, o baso mis conceptos de Dios en mi experiencia? ¿Soy suficiente disciplinado para cumplir con mi deber a pesar de mi estado anémico? Con la fe ciega uno puede seguir adelante asumiendo sus responsabilidades, si vaya recibiendo fuerzas de la Palabra de Dios cada día, hasta el día que Dios envía su luz y haga por ti lo que hizo por Jeremías, envió a alguien que le sacó. Hizo lo mismo por el salmista: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en Jehová” (Salmo 40:2, 3). Deseo que tú recuperes este cántico también. Pon toda tu esperanza en Dios. Lo que hizo por otros puede hacer por ti.