JESÚS, NUESTRO EJEMPLO EN LA CARRERA (3)

“Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Heb. 12:1, 2).

            Vamos a dedicar más tiempo hoy a un punto difícil de superar en nuestra carrera. Como es complicado, lo dedicamos más espacio. Es esto: la gente. Aquí está nuestra mayor dificultad. Chocamos con la incredulidad, la ingratitud, el desprecio y cinismo y la dureza de la gente. No valoran lo que les ofrecemos. Es muy difícil superar su negativo de recibir instrucción, ayuda, consejo, dirección, enseñanza, y, al final su rechazo. Esto es lo que tuvo que enfrentar el Señor Jesús. Se cierren y se van, como el joven rico: vino ilusionado con su pregunta, aparentemente abierto a recibir la respuesta, pero cuando la tuvo, no le gustó y se fue. Jesús no fue indiferente a su reacción. Le dolió.

Vemos a Jesús frente a los que querían apoderarse de Él para hacerle rey (Juan 6: 14), porque les había dado de comer. Cuando les habló de comer de sí mismo, el verdadero pan de vida, se ofendieron. “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan 6:66). Esto es muy doloroso. Jesús recibió rechazo, desprecio, crítica, burla y condena de parte de los que había venido a ayudar, y nosotros vamos a recibir lo mismo. Él no se enfadó, no se amargó, y no tiró la toalla. Si no reaccionamos como Él, nos amargaremos, y esto será un gran tropiezo para nosotros en la carrera de la fe. Si tenemos resentimiento o autocompasión, si decidimos que no vamos a ayudar a nadie, porque no vale la pena, ¡dejamos la carrera! La meta al final es ¡ser como Jesús!, y si nos desentendemos de la gente, no vamos a lograrlo.

Ayudas a una persona, pasas horas con ella, oras con ella, le enseñas pasajes de la Biblia que arrojan luz sobre su vida, le aconsejas según las Escrituras, y al final, ¡hace lo que le da la gana!  Conozco una consejera que puso su vida para ayudar a una hermana. La hermana sigue con todas las actitudes y conductas dañinas que le han arruinado la vida. Cundo la consejero lo vio, le fue demasiado. Pasó la noche vomitando. La gente nos hace sufrir. Si no nos cuidamos, podemos caer en una depresión seria. Podríamos endurecer nuestro corazón o molestarnos con Dios porque no las cambia por arte de mágica. Podríamos decirles cosas cáusticas, herirles adrede, amenazar con lo que Dios les hará, hasta insultarles, pero ninguna de estas reacciones es ser como Cristo. Volvemos a nuestro texto: “Considerad aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado” (Heb. 12:3-4).  ¡Aun no nos han matado! 

Para ser como Cristo, tenemos que dejarles libre. “Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?” (Juan 6:67). Les ofreció la opción de dejarle e ir por su propio camino. Siempre estamos a tiempo para dejar la carrera por ser demasiado difícil, pero no lo vamos a hacer, porque hemos decidido ser leales a Cristo hasta la muerte. Aun no hemos sido matados, como dice el texto. Le amamos y no queremos dejarle, así que tenemos que soportar tremenda contradicción de pecadores, como hizo Él, y, en el proceso, llegamos a parecernos un poco más al Maestro.