EL LUGAR QUE CRISTO OCUPA

“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Col. 1:15).

            La imagen existe desde que existe la realidad y es inseparable de ella. Por tanto, el Hijo es tan antiguo como el Padre. La imagen es un auténtico reflejo de la realidad. Lo invisible por definición no puede tener imagen. Jesús es lo de Dios que se puede representar en forma visible. Es lo invisible hecho visible, Dios en carne humana. El que lo ha visto a Él ha visto al Padre. El Padre ha sido Padre desde que ha tenido el Hijo, o sea, eternamente. El Hijo no fue creado, sino que es eternamente engendrado. Siempre está saliendo del Padre como una imagen siempre está saliendo de donde procede. Nunca ha habido un tiempo en que no haya existido el Hijo de la misma manera que nunca ha habido un tiempo en que el Padre no haya sido Padre. Cristo es el primogénito de toda creación. Primogénito significa principal, heredero, el que tiene autoridad; es el Soberano Señor de todo lo creado.

            El eterno Hijo tiene todas las cualidades y atributos de Dios. Todo lo que Dios es, Cristo es. Es el Todopoderoso. Es omnipotente, omnisciente y omnipresente.

“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16). Cristo es el Creador. Es la Palabra que actuó cuando Dios dijo: “Sea la luz” (Gen. 1:3). Todo fue creado en Él, por Él, y para Él.  No solo hizo la Creación, la mantiene: “Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (1:17).  Mantiene el mundo en órbita, las estrellas en el espacio, los sistemas solares en sus lugares, y al hombre con vida. Sin Él no respiramos. Él es el que proporcionó autoridad a los seres celestiales y espirituales y domina sobre ellos. Él es la finalidad de todas las cosas, el principio y el fin, el que empezó todo y el que lo culmina.

“Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (1: 18). En la Biblia “cabeza” siempre significa el que ostenta la autoridad. Cristo es el primogénito de la vieja creación (v. 15), y el primogénito de la nueva creación (v. 18). Adán fue el primero creado de la vieja creación y Cristo es el segundo Adán, el primero resucitado de entre los muertos y la cabeza de una nueva raza, los regenerados, que tienen otra clase de vida, vida eterna. Él tiene la preeminencia porque es el más importante. “Agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (v. 19). No hay rivalidad dentro de la Trinidad; al Padre le complace que el Hijo sea tanto Dios como Él. Toda plenitud de la deidad habita en Cristo.

“Y por medio de él reconciliar consigo todas la cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (v. 20). La voluntad del Padre fue que Cristo unificase el universo por medio de la cruz. (Ef. 1:9, 10). Aquí lo tenemos otra vez. Es primordial. El centro de la voluntad de Dios fue la reconciliación de todo cuanto existe por medio de la Cruz para que Cristo fuese el Centro del universo y para que en todo tenga la preeminencia.