Egipto

JEREMÍAS PROFETIZA EN EGIPTO

“Y entraron en tierra de Egipto, no obedeciendo a la voz de Yahweh, y llegaron a Tafines” (Jer. 44:7).

Allí llegó la palabra de Dios a Jeremías. Le mandó tomar piedras grandes a la vista de toda el pueblo y enterrarles en la puerta de la casa de Faraón, diciéndoles de parte de Dios: “Yo mandaré a buscar a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y colocaré su trono sobre estas piedras que he escondido, y él extenderá su pabellón sobre ellas. Vendrá y asolará la tierra de Egipto” (44:10, 11). ¡El lugar que ellos habían escogido como refugio en desobediencia a Dios iba a precipitar su muerte! Aunque nos escondemos en el lugar más remoto de la tierra, allí el Señor nos encontrará y allí tendremos que afrontar las consecuencias de nuestras decisiones. Dios llama a Nabucodonosor “su siervo” porque, aunque no lo sabe, está siendo instrumento de Dios para ejecutar su juicio sobre este remanente desobediente. Qué estupidez de nuestra parte cuando sabemos perfectamente cuál es la voluntad de Dios y elegimos hacer justo lo contrario, ¡pensando que vamos a estar seguros! Nuestro único refugio es el mismo centro de la voluntad de Dios aunque parezca lo más precario; allí es donde el Señor nos guardará. ¿Para qué preguntar a Dios cuál es su voluntad si no pensamos hacerla? ¿Para ver si nos gusta, y si nos gusta, hacerla?

¿Qué les pasará a estos judíos que se han refugiado en Egipto? “¡El destinado a muerte, a muerte, el destinado a cautiverio, a cautiverio, el destinado a la espada, a la espada!” (v. 11). Los únicos que iban a sobrevivir eran los que se rindieron a las tropas de babilonia y fueron llevados cautivos a esta tierra lejana. Allí Dios les iba a guardar y un día sus hijos volverían a Israel para reconstruir el templo y sus murallas. Esta es la historia de Esdras y Nehemías.

¿Por qué va a traer juicio Dios sobre Egipto? Por su idolatría. Usará a los babilonios. “Prenderá fuego a los templo de los dios de Egipto y los quemará, y a ellos los llevará cautivos… Quebrará también las estatuas de Bet-semes, que están en tierra de Egipto, y quemará a fuego los templos de los dioses de Egipto”(v. 12-13). El juicio de Dios siempre viene sobre la idolatría, no importa en qué país se encuentra. Su juicio sobre la idolatría ha empezado en Israel y ahora se hace extensivo a otros países. Esto lo veremos en las profecías de Jeremías sobre los filisteos, sobre Moab, sobre los amonitas, sobre Edom, sobre Damasco, sobre Cedar y Hazor, y finalmente sobre Babilonia, en los capítulos 46 a 51. Jeremías es profeta de Dios a las naciones y Dios es Dios de todas las naciones del mundo. Son posesión suya. Le corresponde el culto de sus habitantes. Odia la idolatría. No apoya en absoluto la tolerancia religiosa de nuestros días. Su destrucción de los templos de los egipcios muestra la impotencia de estos dioses para salvar a su pueblo y al final mostrará que el único Salvador del mundo es el Dios de Israel.